Las habladurías de la gorda
La maestra esa,
la de contextura gruesa,
su oratoria empieza
relatando una pieza.
La papada va y regresa
y ladeando la cabeza
se descubre con pereza
una sonrisa traviesa.
Y apoyada en la mesa
la maestra diose cuenta
que todos con burraza
dormían a pata suelta.
Sin inmutarse todavía
la gorda hablaría,
y su oratoria trataría
de un fuerte su caída
Pasa el milenio,
sigue discutiendo. Se le acaba yendo
de las manos el tiempo.
Llega a la senectud
y calla con prontitud
en su larga tumba de tul.
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