Un
invierno frío y desapacible, un gorrión pasó dos
noches a la intemperie con el único abrigo que proporcionaba la rama de un
árbol.
Convencido de que no podría sobrevivir una tercera
noche en esas condiciones, abandonó el árbol en busca de un
refugio mejor.
Mientras volaba sentía como se le congelaban las alas, hasta que finalmente se le congelaron del todo y cayo al suelo. Cuando yacía congelándose, se dio cuenta de que esa noche acabaría su vida.
Ya pidiendo en silencio por una muerte
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