Becky estaba en su lecho de muerte. Su esposo, Jake, mantenía constante vigilia a su lado. Él sostenía su frágil mano, y mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas, él oraba por su esposa.
Ella lo miró y sus pálidos labios comenzaron a moverse quedamente:
- Mi amado Jake, susurró.
- Calla mi amada. dijo él
- Descansa. Shhh. No hables.
Ella, insistentemente, dijo con cansada voz:
- Tengo algo que confesarte.
- No hay nada que confesar dijo sollozante Jake Todo está bien, duerme...
- No, no, yo debo morir en paz, Jake. Yo me acosté con tu hermano, tu mejor amigo y tu padre.
- Ya lo sé... ¡por eso te envenené! ... (ver texto completo)
Ella lo miró y sus pálidos labios comenzaron a moverse quedamente:
- Mi amado Jake, susurró.
- Calla mi amada. dijo él
- Descansa. Shhh. No hables.
Ella, insistentemente, dijo con cansada voz:
- Tengo algo que confesarte.
- No hay nada que confesar dijo sollozante Jake Todo está bien, duerme...
- No, no, yo debo morir en paz, Jake. Yo me acosté con tu hermano, tu mejor amigo y tu padre.
- Ya lo sé... ¡por eso te envenené! ... (ver texto completo)
