Cuando buscamos
aparcamiento, lo normal es tardar siglos en encontrarlo, amén de ir a un kilómetro para conseguirlo. ¿Por qué cuando ya hemos aparcado en el quinto pimiento y llegamos al sitio al que íbamos, suele haber a la
puerta un hermoso sitio libre? ¿Es que el destino está esperando que aparquemos a hacer puñetas para mostrarnos a posteriori un hueco cerquita? ¿Es un castigo de Dios por usar el
coche en vez del transporte público?