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ATARFE: Durante la recolección del trigo no cesaban de subir...

Durante la recolección del trigo no cesaban de subir por mi calle los carros tirados por las yuntas de bueyes, guiados por la “llamaera” del gañán, cargados con las mieses en dirección a las eras, muchas veces nos despertaban de la siesta los golpes de las ruedas al coger los numerosos baches que había en la calle, también eran frecuentes las reatas de burros con sus cargas a veces de leña y a veces de trigo; diariamente solían pasar, el vendedor de leche con la manada de cabras que las ordeñaba de puerta en puerta, el vendedor de garbanzos tostaos que los solía vender o intercambiar por garbanzos crudos, el vendedor de plátanos de canarias, de este tengo gravada su imagen y su grito de venta ¡PLAAAATANOS CANAAAARIAS ¡, el recovero con los pollos y las crías de cerdos, Federico el gitano hojalatero que remendaba las ollas de la cocina y hacía jarros con las latas de conserva, el afilador con su flauta, el trapero, etc.
Una de las cosas que más influyó en mi personalidad fueron las conversaciones que escuchaba cuando iba a cortarme el pelo a la barbería del "MINERO", los participantes en las tertulias y el propio barbero habían luchado todos en el frente republicano y contaban todas las anécdotas y penurias que habían pasado en las cárceles y en los campos de concentración, me di cuenta de que eran personas entrañables, que no se parecían nada a la imagen que algunos trataban de hacernos ver de rojos con rabo y con cuernos. Estos hechos me indujeron a cuestionar siempre las versiones que enjuician parcialmente cualquier tema. Otros temas de conversación eran sobre las corridas de toros, las paredes de la barbería estaban llenas de fotos del torero Atarfeño que lo mató un toro cuando tomaba la alternativa en la plaza de toros de Granada.
Los inviernos eran bastante fríos, recuerdo las horas que pasábamos por la noche agrupados alrededor de la mesa de camilla, con el brasero de picón encendido, mi padre siempre en la mecedora, leyendo o haciendo solitarios con las cartas, mi madre solía explicar historias y anécdotas familiares que exageraba muchísimo, y a ratos poníamos la radio, muchas veces tratando de sintonizar la Pirenaica para escuchar los mítines de la Pasionaria.
Los domingos por la mañana, mi madre nos despertaba a todos para ir a la misa de diez con el anciano cura Don Salvador: ¡NIÑOS ARRIBA ¡¡que ha dado el segundo toque, ¡a partir de ese momento comenzaban las guerras y las carreras para ir al lavabo y desayunar, yo, que era el más pequeño de los seis hermanos, siempre era el último. Al atardecer del domingo, la calle Real se llenaba completamente de gente paseando de un extremo a otro, parejas de novios, grupos de amigos, grupos de amigas, niños…., los mayores normalmente se refugiaban en los bares y el casino. Con el poco dinero que nos daban podíamos comprar algún caramelo en el quiosco de la “Chinita”, quizás un polo en el “Pistola” y como mucho ir a ver una película al cine de Benítez, pero al gallinero, que eran las cinco filas de arriba, aún me resuena el griterío y los aplausos cuando ganaban los buenos