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ALQUIFE: También en verano El calor era intenso aquella tarde...

También en verano

El calor era intenso aquella tarde mientras caminábamos en dirección a Aldeire por el camino polvoriento que partía desde la barriada minera de Begoña, y que solía atravesar varias ramblas arenosas. Aquella tarde se celebraban en aquel pueblo vecino las fiestas de moros y cristianos; una celebración que queríamos ver a toda costa, a pesar de la advertencia de nuestros padres en no caminar más allá de los lindes de la Primera Arena, territorio siempre prohibido, y en cuyos tramos solía habitar, según los miedos inculcados en tiempos más infantiles, El Tio Casasevo.
íbamos deprisa, pues el acontecimiento comenzaba a las cinco de la tarde y nosotros sólo llevábamos la mitad del camino recorrido. La culpa de aquella tardanza la tuvo la hermana de Chatillo, que se había empeñado en venir con nosotros y se cansaba tanto con el calor que tuvimos que pararnos a descasar varias veces junto a las higueras que había en los bordes de algunos bancales de almendros. De cuando en cuando solían aparecer algunos polluelos de totovía que nos seguían un buen rato pensando que éramos sus padres y esperando por lo tanto que les diésemos comida. Ramón y Agustín solían meterse casi siempre alguno de aquellos pajarillos en el bolsillo, pero yo se lo recriminaba, ya que con el intenso calor nunca llegaban vivos a casa.
Ya en las inmediaciones de Aldeire podíamos distinguir con más notoriedad la silueta inconfundible del Castillo de Lacalahorra, y mientras atravesábamos el río con los zapatos en la mano, con el agua salpicándonos la ropa limpia y festiva, pudimos escuchar los sonidos de los cohetes, el lejano ritmo de la banda de música y percibir ese característico aroma de las fritangas de churros y de los grandes bloques de turrón de feria...

Yo soy de Alquife, y este pequeño relato no es más que una muestra de lo que yo siento y recuerdo de aquella tierra que me vio nacer. Espero que os haya gustado, aunque Alquife no haya sido el principal protagonista, ni San Hermenegildo, ni tampoco tenga un final muy definido, pero sólo he querido mostrar que más allá de las devociones religiosas, aquella tierra tiene una atracción que deja huella sólo por la influencia que su paisaje provoca, no sólo en el viajero, sino en quienes tuvimos la suerte de nacer entre sus sierras.
Saludos alquifeños, calorreños, lanterrianos, alderienses, jerezanos.

Mariano,
Un sandalio y un jabonero.