Por casualidades de la vida he descubierto esta página y me he llevado una grata sorpresa.
Aunque nacido en Barcelona, soy hijo de albondoneros por parte de padre y madre y abuelos. Puedo decir que los veranos de mi infancia y adolescencia los he pasado en Albondón. Quizas las dos etapas de la vida más importante en una persona.
Puede qué, por ese motivo en mi cerebro se agolpen cientos de recuerdos a velocidad de vértigo, recuerdos felices y emotivos que me trasportan a una nostalgia embriagadora.
Añoro ir a buscar leche a lo alto del pueblo, o comprar el pan en la puerda de la iglesia, añoro sus calles de piedra empinadas como paredes, donde al llegar a tu destino, te has de sentar a recobrar el aliento, calles donde el resbalar de los mulos te hace mirar por la ventana... Añoro llevar el mulo a beber agua, el tintineo de los cantaros de agua hasta casa de la abuela...
Añoro las carreras por la plaza hasta la puerta de la iglesia, el chillido ensordecedor de los niños hasta bien entrada la noche... Los paseos de la puerta de la iglesia pasando por la era hasta lo alto del pueblo... Añoro las paraditas en el cementerio...
Añoro la matanza, las migas, su vino, la fritá, los soplillos, el pan de aceite... Añoro la ruta de los bares, la excusa de la tapa para meternos otra cerveza... Añoro la resaca del día siguiente...
Añoro San Luis, su fiesta, los patos y sus puestos, y como no, los moros y cristianos, las cintas, y el baile...
Añoro su clima seco, sus nieblas, su calor, su frio...
A veces voy por la calle y me llega un olor familiar, unas veces dulce, otras veces agrio, no importa, cierro los ojos, pierdo el entorno que me rodea y durante segundos a veces minutos el olor me transporta a un pueblo, un pueblo que con orgullo he hecho de él, mi pueblo.
Gracias Albondón. (veranos 1972-1986)
E_reivaj.
Aunque nacido en Barcelona, soy hijo de albondoneros por parte de padre y madre y abuelos. Puedo decir que los veranos de mi infancia y adolescencia los he pasado en Albondón. Quizas las dos etapas de la vida más importante en una persona.
Puede qué, por ese motivo en mi cerebro se agolpen cientos de recuerdos a velocidad de vértigo, recuerdos felices y emotivos que me trasportan a una nostalgia embriagadora.
Añoro ir a buscar leche a lo alto del pueblo, o comprar el pan en la puerda de la iglesia, añoro sus calles de piedra empinadas como paredes, donde al llegar a tu destino, te has de sentar a recobrar el aliento, calles donde el resbalar de los mulos te hace mirar por la ventana... Añoro llevar el mulo a beber agua, el tintineo de los cantaros de agua hasta casa de la abuela...
Añoro las carreras por la plaza hasta la puerta de la iglesia, el chillido ensordecedor de los niños hasta bien entrada la noche... Los paseos de la puerta de la iglesia pasando por la era hasta lo alto del pueblo... Añoro las paraditas en el cementerio...
Añoro la matanza, las migas, su vino, la fritá, los soplillos, el pan de aceite... Añoro la ruta de los bares, la excusa de la tapa para meternos otra cerveza... Añoro la resaca del día siguiente...
Añoro San Luis, su fiesta, los patos y sus puestos, y como no, los moros y cristianos, las cintas, y el baile...
Añoro su clima seco, sus nieblas, su calor, su frio...
A veces voy por la calle y me llega un olor familiar, unas veces dulce, otras veces agrio, no importa, cierro los ojos, pierdo el entorno que me rodea y durante segundos a veces minutos el olor me transporta a un pueblo, un pueblo que con orgullo he hecho de él, mi pueblo.
Gracias Albondón. (veranos 1972-1986)
E_reivaj.