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SANTA MARIA DE NIEVA: CAMBIENMOS DE TEMA...

CAMBIENMOS DE TEMA
Esta mañana no he salido de casa.
Solo salí a la puerta, y desde los árboles de unos chalet vecinos, escuché los trinos de los siempre madrugadores pajaritos.
Entré a casa, fui al fondo, al patio, y me encuentro con el ensordecedor –pero habitual- canto de los míos. Porque siempre he sido amante de los pájaros y cuando me mudé a esta casa (año 1971), lo primero que hice construir fue una inmensa jaula, donde tengo muchos pajaritos y donde ellos viven como en libertad. Además, salvo alguna excepción, ellos no conocen otra forma de vivir, pues son canarios nacidos en esa jaula.
¡Y saben qué? Que me acordé de cuando de pequeño vivía en Nieva.

A ver los de mi edad y algo más jóvenes, como recuerdan ustedes lo relacionado con los pájaros. Yo recuerdo algo más o menos así:
Por empezar, por aquellos tiempos (años 1940-50), había poca cantidad de pájaros por allí. Ello creo que debido a la falta de agua y alimento pero por sobre todo a la persecución de que eran objeto los pobre animales, de parte de chicos y no tan chicos. Por cuestión de adorno, capricho o apetito, todas las especies eran perseguidas y cazadas.
La cuestión que todos, por sobre todo en forma individual, en primavera-verano, salíamos a buscar nidos; también lo hacíamos mientras pacíamos las cabras y ovejas.
Todos teníamos nuestros nidos y comentábamos la cantidad, días que hacía lo habían empezado, de que pajarito era, cuantos huevos o pichones tenía; pero nos cuidábamos muy bien de decir donde estaban estos. Su ubicación era emocionantemente secreta.
Los revisábamos periódicamente, casi en forma diaria seguíamos su evolución: construcción, huevos, crías.
Resultado. Que los pocos nidos existentes, eran ignoradamente propiedad común y que el primero que se le ocurría disponer del mismo, dejaba a todos los demás con tres palmos de narices, desilusionados y con rabia. Notar la falta del apreciado trofeo, era decepcionante, fatal.
A pesar de todo, era estimulante tener nidos. Era divertido, y las fuentes de diversión no eran muchas.
Los nidos podían ser de colorines (uno de los más apreciados), verderones, chamarises, tutubías, alzacolas, chichipanes, avejerugos y otros.
Cada clase tenía sus lugares y su forma de hacer el nido.
Todos teníamos la pícara y tal vez “destructiva” afición de tener nidos.-