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RODALQUILAR: Don Leocadio, sabe usted lo desgraciado de este asunto...

Don Leocadio, sabe usted lo desgraciado de este asunto de la pesca submarina. Que han tenido que pasar muchos años en que no solo los campeonatos, sino los pescadores furtivos que bajaban con botellas y con fusiles a profundas cuevas y algunas artes de pesca de barcos de cierto calado que alguna vez arribaban a nuestras costas, entre todos sin ningún tipo de pudor lo han esquilmado todo. Poco a poco todo quedó casi agotado. Y en pocos años todo el mundo se ha tenido que concienciar del asunto por imperativo legal; y en este sentido qué labor más simple y sencilla que, muy a mi pesar, hay que apuntársela en cierta medida a los señores de Medio Ambiente, dicho sea de paso: hacer que se cumplan las leyes. Y por qué han tenido que pasar tantos años para que se apliquen las normas. Mi opinión: labor tardía pero nunca es tarde si la dicha es buena. Hace muchos años que retiré mi colección de fusiles y sustituí mi afición a la pesca submarina por el buceo autónomo. Uno de mis amigos compañeros de pesca hoy en día es Víctor que es socio e instructor del Club de Buceo de Las Negras, con quien podría recordar cantidad de anécdotas. Mi hermano incluso profesionalmente ha tenido que emplearse a fondo (nunca mejor dicho y usted Don Leocadio sabe por qué) en determinados menesteres del mundo submarino (durante cuatro años estuvo trabajando en el entorno de las Islas Afortunadas). Por mencionarle gente cercana a mí, que en su vida profesional sus experiencias en el mar de nuestro PARAÍSO le han servido después para desempeñar arriesgados trabajos como en el caso de mi hermano. Pero cuando todos podíamos pescar en un fondo fascinante estaba claro que yo no iba a dejar una pieza increíble para que seguramente un depredador de la naturaleza la capturara con su equipo autónomo. Lo que siempre tuvimos claro fue no actuar nunca contra los pequeñines. Pero cuánta gente lo tuvo claro. Además le puedo asegurar que no sabe de la misma manera el pescado que tú mismo has capturado con tu esfuerzo. El mero hecho de compartir con la familia y los buenos amigos una buena captura es un recuerdo imborrable. Imagínese usted de pronto cerca de la orilla encontrarse con un mostruo de casi 40 kilos que debe ser la presa más grande que cogió mi hermano. Le entiendo perfectamente Don Leocadio que le duela recordar determinados menesteres que han esquilamdo los fondos de nuestro PARAÍSO. Imagínese a mí, que por culpa de todos esos irresponsables ya no me puedo dedicar a una de mis aficiones favoritas. Pero nadie se encargó de controlar nada y la irresponsabilidad de muchos cazadores submarinos no tuvo límites. Imagínese cual podía ser mi actividad favorita durante aquellos imborrables meses de verano. Porque si picaba viento que no fuera lebeche nos marchábamos andando todo el día a pescar a San Pedro. Porque muchos años no tuvimos embarcación y le aseguro Don Leocadio que la pesca teníamos que currárnosla, pues el disfrute no estaba reñido con el esfuerzo. Al principio tampoco teníamos trajes de neopreno y durante años nos metíamos con una camiseta pensando que de alguna manera nos podía quitar el frío. Cuando tú veías volver a las pocas horas de la partida embarcaciones de "franchutes" y " no franchutes" de potentes motores repletas de pescao, qué se te podía pasar por la cabeza; alguien hasta comentó de gente que pescaba con explosivo pero yo personalmente no lo podría probar, lo cual me llega a parecer increíble pero perfectamente posible.
Pero toda esta gente no eran amantes de ninguna parte y su lema era arrasar con todo lo que pillaran. Quizás algún día se permita la pesca controlada y algunos podamos recordar inolvidables tiempos pasados. Pero visto el comportamiento del ser humano prefiero continuar así, disfrutando de los fondos de nuestro PARAÍSO, con botellas o sin botellas, y como dice don Leocadio, "margullando" en compañía de su fauna marina.