LEYENDA DE ALGUNOS MILAGROS SINGULARES.
CURACIÓN DE DON GONZALO BUSTOS O GUSTIOS, PADRE DE LOS SIETE INFANTES DE LARA.
Habiendo cegado D. Gonzalo Bustos o Gustios, noble caballero castellano, y desahuciado ya por la ciencia, volvió los ojos del alma hacia la Virgen Santísima de Ujué, de la que había oído relatar grandes prodigios, y encaminóse, en compañia de sus servidores al célebre santuario. Previno a éstos que le avisaran en el momento que se descubriese el sagrado templo, lo que sucedió cerca de la cruz, y apeándose de su corcel y postrándose en tierra, subió de rodillas, guiado por sus acompañantes, el áspero camino, hasta llegar a presencia de la bendita imagen, a la que con fe y confianza vivísimas pidió la vista. Pocos momentos después de comenzar su súplica, abrió los ojos, vio a su santa bienhechora, reconoció a sus criados, y exhalando un grito de gozo y gratitud, invitóles a que con él cantasen alabanzas al cielo por tamaño prodigio.
Esta es la tradición que recordaba la estatua, y consignada se hallaba en un lienzo pendiente de aquellos vetustísimos muros. Hoy, con tanto cambio, obras, la estatua orante ya no existe, ni nadie sabe donde está.
CURACIÓN DE DON GONZALO BUSTOS O GUSTIOS, PADRE DE LOS SIETE INFANTES DE LARA.
Habiendo cegado D. Gonzalo Bustos o Gustios, noble caballero castellano, y desahuciado ya por la ciencia, volvió los ojos del alma hacia la Virgen Santísima de Ujué, de la que había oído relatar grandes prodigios, y encaminóse, en compañia de sus servidores al célebre santuario. Previno a éstos que le avisaran en el momento que se descubriese el sagrado templo, lo que sucedió cerca de la cruz, y apeándose de su corcel y postrándose en tierra, subió de rodillas, guiado por sus acompañantes, el áspero camino, hasta llegar a presencia de la bendita imagen, a la que con fe y confianza vivísimas pidió la vista. Pocos momentos después de comenzar su súplica, abrió los ojos, vio a su santa bienhechora, reconoció a sus criados, y exhalando un grito de gozo y gratitud, invitóles a que con él cantasen alabanzas al cielo por tamaño prodigio.
Esta es la tradición que recordaba la estatua, y consignada se hallaba en un lienzo pendiente de aquellos vetustísimos muros. Hoy, con tanto cambio, obras, la estatua orante ya no existe, ni nadie sabe donde está.