GUADALUPE: Alberto Manzano Cortés...

Alberto Manzano Cortés
02/01/2021 Comentarios 1

El abrazo como símbolo. Es lo que acaba de hacer el Ayuntamiento de la Puebla con su campaña promocional para el año santo y el lema ‘Guadalupe te abraza’, que pretende promocionar el municipio extremeño de un modo especial en este año santo guadalupense en el que está inmerso y que continuará hasta principios de septiembre del 2021.

Básicamente se trata de la edición y realización de vídeos para fomentar aspectos como la cultura, la gastronomía, la naturaleza, el deporte y los caminos de peregrinación, cuya distribución se realiza fundamentalmente en las redes sociales y canales de comunicación oficiales, tanto de la Junta de Extremadura como de la Diputación Provincial de Cáceres. Esta acción de impulso se enmarca dentro del proyecto de año santo guadalupense 2020, con apoyo explícito de la Dirección General de Turismo del Ejecutivo regional que considera a Guadalupe y su año santo como un elemento estratégico para el turismo de la comunidad.

Una vez aprobados los presupuestos generales del Estado el año santo guadalupense contará con la declaración estatal de Acontecimiento de Excepcional Interés Público, estando prevista la programación de un plan de acción bianual (2021-2022) que servirá para difundir el fenómeno de la Puebla en todos los ámbitos, especialmente en lo cultural y de la misma manera en los vínculos forjados con Iberoamérica.

Guadalupe ha experimentado en los últimos cinco años una progresión creciente como destino turístico, siendo reconocido a nivel nacional (Primera maravilla rural, finalista como capitalidad del turismo rural, integración en la asociación de los pueblos más bonitos de España...). El alcalde, Felipe Sánchez, se plantea además diferentes retos que tienen que ver con convertir a la localidad como un destino de turismo sostenible e inteligente, en cuyo proyecto ya trabaja el consistorio.
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La Inquisición española o Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición fue una institución fundada en 1478 por los Reyes Católicos para mantener la ortodoxia católica en sus reinos. La Inquisición española tiene precedentes en instituciones similares existentes en Europa desde el siglo XII (véase el artículo Inquisición), especialmente en la fundada en Francia en el año 1184. La Inquisición española estaba bajo el control directo de la monarquía. Su abolición fue aprobada en las Cortes de Cádiz en 1812 por mayoría absoluta, pero no se abolió definitivamente hasta el 15 de julio de 1834, durante la Regencia de María Cristina de Borbón, encuadrada en el inicio del reinado de Isabel II.

La Inquisición, como tribunal eclesiástico, solo tenía competencia sobre cristianos bautizados. Durante la mayor parte de su historia, sin embargo, al no existir libertad de culto ni en España ni en sus territorios dependientes, su jurisdicción se extendió a la práctica totalidad de los súbditos del rey de España.
La institución inquisitorial no es una creación española. La primera inquisición, la episcopal, fue creada por medio de la bula papal Ad abolendam, promulgada a finales del siglo XII por el papa Lucio III como un instrumento para combatir la herejía albigense en el sur de Francia. Cincuenta años después, en 1231-1233, el papa Gregorio IX creó mediante la bula Excommunicamus la inquisición pontificia que se estableció en varios reinos cristianos europeos durante la Edad Media. En cuanto a los reinos cristianos de la península ibérica, la inquisición pontificia solo se instauró en la Corona de Aragón, donde los dominicos catalanes Raimundo de Peñafort y Nicholas Eymerich fueron destacados miembros de la misma. Con el tiempo, su importancia se fue diluyendo, y a mediados del siglo XV era una institución casi olvidada, aunque legalmente vigente.

En la Corona de Castilla la represión de la herejía corrió a cargo de los príncipes seculares basándose en una legislación también secular aunque reproducía en gran medida los estatutos de la inquisición pontificia. En Las Partidas se admitió «la persecución de los herejes, pero conducirlos, ante todo, a la abjuración; sólo en caso de que persistieran en sus creencias podían ser entregados al verdugo. Los condenados perdían sus bienes y eran desposeídos de toda dignidad y cargo público». En el reinado de Fernando III de Castilla fue cuando se impusieron las penas más duras a los herejes. El propio rey ordenó marcarlos con hierros al rojo vivo, y una crónica habla de que «enforcó muchos home e coció en calderas».1