CABAÑAS DEL CASTILLO: (PARTE 3ª DEL COMENTARIO: LA LUZ EN CABAÑAS….) no en...

(PARTE 3ª DEL COMENTARIO: LA LUZ EN CABAÑAS….) no en todo momento, pues si las llamas del fuego daban suficiente visibilidad para poder moverse o llevar la cuchara hasta la sartén y de ésta a la boca, aunque fuera en penumbras, se apaga aquél para ahorrar aceite toda vez que era escaso y caro. En esta misma década se comenzó a utilizar en alternancia con el candil de aceite el candil de carburo, tal vez por la proximidad de las minas de San Fernando, donde los mineros los utilizaban para trabajar en las galerías, por lo que los comercios de los pueblos de los alrededores comenzaron a ofrecerlos en venta y la gente pudo adquirirlos. Tenían la ventaja sobre el candil de aceite que al quemar acetileno producían una luz más clara y menos oscilante. (No se procede a su descripción ni funcionamiento porque es más fácil poner en Google “candil de carburo”, y se verán imágenes, funcionamiento, combustible, etc., y lo mismo sobre el candil de aceite).
En esta década a la que nos estamos refiriendo, los años 60, llegaron a Cabañas algún que otro aparato de radio. Eran aquellos receptores como cajones de grandes, de OM y OC, (la FM vendría más tarde), con una antena en forma de muelle que se extendía de una pared a otra de cualquier habitación, y que en OC solo captaban a Radio Nacional de España y Radio Intercontinental de Madrid; bueno, también se sintonizaba a Radio Cáceres y Radio Badajoz, ambas emisoras con muchísimos “discos dedicados” por lo que tenían mucha aceptación pues se podía escuchar a Rafael Farina, Juanito Valderrama, La Paquera de Jerez, Antonio Molina y tantos otros cantantes de la época. La OC, por la pésima recepción casi no se utilizaba, a no ser para fisgonear durante la noche –únicas horas de emisión-, en Radio España Independiente, conocida como La Pirenaica, aunque no estaba en los Pirineos, sino en Rusia en un principio, donde fue creada por impulso de Dolores Ibárruri, La Pasionaria, allá por los primeros años de la década de los 40, y era una voz más de propaganda del Partido Comunista de España. Por ello se ponía el volumen al mínimo, lo que obligaba a tener una oreja pegada al altavoz y la otra en la calle… ¡Por si acaso!. Naturalmente el funcionamiento de estos aparatos de estantería, pues era imposible moverlos de un lado para otro, era a pilas, por lo general dos de 4´5 voltios cada una, colocadas en serie. Pero en todo caso sirvieron, en unión de los periódicos atrasado que traían los correos-carteros, para dar a conocer a los habitantes de tan aislado poblado que había algo más que montes, riberos, piedras, cosechas destrozadas por los rigores del tiempo y enfermedades estoicamente soportadas… y la gente, poco a poco, comenzó a cambiar la mentalidad. Tal fue así que algunos padres entendieron que para forzar ese cambio y hacerle efectivo en el fututo, nada sería mejor que poner a sus hijos a estudiar, y aunque en principio fueron escasos, -después también, pues llegó la emigración y la mayoría de las pocas familias que había se marcharon-, lo cierto es que estos pioneros de los estudios se veían forzados a estudiar con la débil y oscilante luz de los candiles. ¿Alguien puede imaginarse a un chico de hoy estudiando durante horas en estas condiciones?. Francamente no, pues a cualquier estudiante que se le forzara a hacerlo, no se dignaría ni a mirar un libro. El forzador acabaría detenido acusado de, más o menos, violación de los Derechos Humanos y de los Derechos del Niño, a la vez que el forzado se abriría las venas, o algo peor, y no por no ver precisamente, sino por no poder enchufar el PC al candil, lo cual consideraría un crimen de lesa humanidad totalmente insoportable.
Sobre el año 1980 entró en funcionamiento el primer reactor de la Central Nuclear de Almaraz de Tajo, Cáceres, la CNA como suele conocérsela, motivo por el cual en escasas fechas anteriores, mientras se terminaba su construcción, se tendieron desde de la misma numerosas líneas eléctrica de alta tensión. Una de estas líneas, de 380 kV (380 mil voltios), pasaba, y pasa, a unos tres kilómetros al Este de Cabañas, atravesando las fincas del Aguijón y Valdeposadas, con dirección a Andalucía, por lo que desde el lugar del tendido este pueblo y su entorno ofrecía una vista panorámica extraordinaria, lo que debió llamar la atención de uno de los ingenieros del proyecto, posiblemente fuese el ingeniero jefe, el que en un momento determinado llegó hasta la localidad para conocer tan pintoresco lugar. Nada más entrar en el pueblo, como profesional del tema, observó que en las calles no había cables eléctricos ni farolas de ningún tipo, y preguntando a alguien que encontró sobre el particular pudo enterarse que en Cabañas, a pesar de estar a escasa distancia de otros pueblos donde sí había electricidad y, desde ahora a 30 kilómetros de una Central Nuclear que produciría varios millones de kilovatios/hora, no había luz eléctrica.
Este anacronismo debió causar vergüenza ajena a este ingeniero, que planteó la situación a su empresa, y lo cierto es que en los días siguientes Iberdrola procedió a tender una línea eléctrica hasta Cabañas, a cuya entrada colocó el adecuado transformador. Unos días más y la red urbana, tanto la correspondiente al alumbrado público como la de consumo particular, estuvieron a punto y sus habitantes, por primera vez en la Historia, pudieron apagar el candil y leer y coser y cenar y salir a la calle viendo donde pisaban sin necesidad de portar un farol, o simplemente mirarse unos a otros y verse como nunca lo habían hecho en su pueblo: A la luz de una bombilla eléctrica. Estas cosas que en la actualidad, por habituales, no se las da importancia alguna y pasan desapercibidas para cualquiera, en aquellos momentos para los habitantes de esta pequeña localidad supuso el mayor avance técnico que habían experimentado en su vida. Avance que en poco tiempo tuvo su dimensión real, y así permitió la instalación de un sistema de bombeo eléctrico para elevar el agua desde la lejana Fuente del Fresno hasta el mismo pueblo. Acto seguido llegaron algunas lavadoras, suponiendo todo ello para las mujeres salir de la situación de semiesclavitud a la que estaban sometidas en el acarreo de agua y lavado de ropas. ¡Ya no más cántaros al cuadril o la cabeza!... ¡Ya no más meter a los niños atados con una cuerda al interior de los pozos para llenar la caldereta con la poca agua que podían rebañar con un vaso de hojalata entre las piedras y el fango!... ¡Ya no más cestos llenos de ropa a la cabeza y niños de la mano por aquellos riberos hasta los ríos!... ¡Ya no se verían obligadas a mirar diez veces antes de ponerse a efectuar sus necesidades fisiológicas en el campo, tras cualquier pared o matojo y saltar sobrecogidas ante el ruido de cualquier lagartija o pájaro entre la maleza!, pues en sus casas, poco a poco, se fueron instalando los correspondientes servicios, los cuales, dicho sea sobre la marcha, limpiaban y cuidaban como una joya, como sólo quien sabe lo que vale una cosa puede hacerlo. De hecho hubo algunas de ellas que, a pesar de la instalación y operatividad del w. c., hacían ir a sus hombres donde siempre lo habían hecho a fin de que no se ensuciara indebidamente el inodoro, hasta que poco a poco fueron entendiendo que aquello no servía para ser exhibido en una exposición, sino, sólo para ser utilizado en los menesteres para lo que había sido inventado y además se podía mantener limpio. También llegó la televisión y, aunque en blanco y negro casi todas ellas por cuestión de precio, abrió una nueva ventana hacia el mundo, facilitando el conocimiento de la existencia de otras formas de vida, otras culturas, otros pueblos y otros avances hasta ahora ni siquiera imaginados para la gran mayoría de los habitantes de Cabañas.
El ingeniero en cuestión, se llamaba Juan de Ureta, y el pueblo, ante el inmenso favor recibido, no dudó en cambiar el nombre de la plaza hasta entonces llamada Plaza de España, por el de Plaza de Don Juan de Ureta, como así consta en un letrero de plaquetas cerámicas pegado en la pared de la antigua escuela, un poco más alto que otro, ya casi tan borrado que es ilegible del todo, y sólo aquellos que saben lo que en el mismo figuraba, pueden leerlo o más bien recitarlo de memoria, y que no era otra cosa que: “Caídos por Dios y por España: José Antonio Primo de Rivera. ¡Presente!”, pues a pesar del elevado número de combatientes que hubo del pueblo en la Guerra Civil, ninguno de ellos falleció en la misma, aunque si se produjeron varios heridos, así que todos tuvieron la suerte de poder ver la electricidad en su pueblo y disfrutar de sus ventajas durante bastantes años.
Es obligado dar por terminado este extenso comentario, y para ello nada mejor que volver al pensamiento del viejo del principio, el que no tenía muy claro el sentido de eso de “Yo soy la luz del mundo”, para decirle a este veterano y buen paisano, que ya ve, que nada menos que dos mil años después de ser pronunciada la frase en cuestión, llegó la luz, la eléctrica, a Cabañas. Ciertamente un poco tarde, pero con su sabiduría nonagenaria, debe saber mejor que nadie que “nunca es tarde cuando la dicha es buena”. Sin entrar en terrenos metafísicos, tal vez ahora esté disfrutando de otra luz muy distinta a la que ilumina por las noches a su Cabañas de siempre. Que así sea, si es así.