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LA SOBERBIA, QUE ÉS MUUUU MALA.
Antigüamente, cuándo el poder adquisitivo era mínimo, comprar ropa era un lujo al alcance de muy pocos, pero cuándo llegaban las fiestas, S. Santa, la féria, el Cristo..... las mozas se las componian para estrenar vestido nuevo, casi siempre lo hacían en Misa Mayor, y hasta ese momento, les gustaba guardar muy en secreto su nuevo modelo, sobre todo para que nádie les copiase.
Cuentan que había dos primas, muy presumidas ellas, que llevaban mucho tiempo haciéndo galas de los vestidos que iban a estrenar el Domingo de Ramos y que no los iba a haber mejores en todo el pueblo. Tanto cuchicheaban y alardeaban que llegaron a despertar la envídia y la espectación entre las demás mozas. Mira tú por donde, una de ellas, muy avispada, consigió enterarse de que la tela se la habían comprado en Don Benito, dónde tambien se los iban a confeccionar. Como por arte de birlibirloque esta chica se hizo con el modelo y compró tela para ella, sus hermanas y primas, en total cinco o seis.
Llegó el gran dia y las dos mocitas presumidas entraron en la iglesia y se sentaron, mientras miraban de reojo y aguzaban el oido para enterarse de los cuchicheos que levantaban a su alrededor. De pronto oyeron risitas y murmullos, y al volverse, vieron que junto a ellas se habian sentado otras seis mozas vestidas exactamente igual que ellas. ¡parecian que iban de uniforme!. Tanta fué la vergüenza que sintiéro, que salieron corriendo, coloradas como un tomate y no se quedaron ni a oir Misa. ¡por vanidosas!.
(Que conste, que yo no sé quienes erar unas ni otras, esta anecdota la oí contar.)
LA SOBERBIA, QUE ÉS MUUUU MALA.
Antigüamente, cuándo el poder adquisitivo era mínimo, comprar ropa era un lujo al alcance de muy pocos, pero cuándo llegaban las fiestas, S. Santa, la féria, el Cristo..... las mozas se las componian para estrenar vestido nuevo, casi siempre lo hacían en Misa Mayor, y hasta ese momento, les gustaba guardar muy en secreto su nuevo modelo, sobre todo para que nádie les copiase.
Cuentan que había dos primas, muy presumidas ellas, que llevaban mucho tiempo haciéndo galas de los vestidos que iban a estrenar el Domingo de Ramos y que no los iba a haber mejores en todo el pueblo. Tanto cuchicheaban y alardeaban que llegaron a despertar la envídia y la espectación entre las demás mozas. Mira tú por donde, una de ellas, muy avispada, consigió enterarse de que la tela se la habían comprado en Don Benito, dónde tambien se los iban a confeccionar. Como por arte de birlibirloque esta chica se hizo con el modelo y compró tela para ella, sus hermanas y primas, en total cinco o seis.
Llegó el gran dia y las dos mocitas presumidas entraron en la iglesia y se sentaron, mientras miraban de reojo y aguzaban el oido para enterarse de los cuchicheos que levantaban a su alrededor. De pronto oyeron risitas y murmullos, y al volverse, vieron que junto a ellas se habian sentado otras seis mozas vestidas exactamente igual que ellas. ¡parecian que iban de uniforme!. Tanta fué la vergüenza que sintiéro, que salieron corriendo, coloradas como un tomate y no se quedaron ni a oir Misa. ¡por vanidosas!.
(Que conste, que yo no sé quienes erar unas ni otras, esta anecdota la oí contar.)
