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ORELLANA LA VIEJA: Posiblemente muchos de vosotros lo hayáis leído, no...

Posiblemente muchos de vosotros lo hayáis leído, no obstante, como este sitio o foro se ocupa en buena medida de evocaciones y añoranzas, voy a transcribir un trabajo que fue publicado en un programa de las fiestas de agosto de los años ochenta, su titulo es “Tiempo y espacio para un recuerdo” y su autor: Esteban Sánchez Herrero el pianista, orellanense universal, hijo del señor Joaquín el sastre y de la señora Juana la del estanco; lamentablemente los tres fallecidos. Dicho trabajo lo dedicó Esteban, con fraternal cariño, al entonces Alcalde, Antonio Cabanillas y al pueblo de Orellana y sus gentes. En los últimos párrafos, el autor evoca vivencias de sus estancias en su querido pueblo.

Transcribo:
<< Tiempo y espacio para un recuerdo >>

“A muy pocos kilómetros de Orellana, en medio de una vasta soledumbre enclavada en La Serena, similar a alguna de aquellas de las que tanto gustaba hablar y escribir a Unamúno, se encuentra un terreno que posee mi hermano Joaquín, y dentro de él, el cortijo, donde al pie de la desdibujada esfera de un reloj de sol, reza esta leyenda: <<La inmensidad del cielo es medida por mis pequeños espacios>>.

Aseveración o sentencia, esas diez palabras impresionan por su rotunda sencillez y grandeza sobrecogedora; porque los años de nuestra existencia vienen a ser esos <<pequeños espacios>> que configuran el reloj de nuestros días.

Ya San Agustín se perdió en el laberinto del tiempo al pretender definir algo tan inefable e inaprehensible como es el tiempo, así como lo es el espacio, pues lo que vemos por encima del cielo ni es celeste, sino el espacio, que es infinito.

Pero quizás lo más atrayente, para quien suscribe, de la referida leyenda sería su traslación al campo de la música, por serme el mejor vehículo de expresión y desde luego el más natural, puesto que en él me he empleado desde muy niño. Y es que, la música, entre bastantes definiciones parece ser el ordenado lenguaje de los sonidos en el tiempo y en el espacio, y por extensión, también de los sonidos que se producen en la Naturaleza. Todo ello encaja perfectamente con la sabia aseveración del compositor húngaro Franz Liszt, del cual se cumplirá el próximo año el primer centenario de su muerte, <<Qué es nuestra vida, sino una sucesión ininterrumpida de episodios o pequeños espacios de tiempo, en los que siempre estamos comenzando o preludiando lo que no sabemos si podremos terminar>>. O aquella otra del poeta francés Alfonse Lamartine <<En nuestra existencia todo llega al término ignorado de su suerte; el alba camina hacia el crepúsculo, el hombre hacia la muerte>>.

Sin embargo, ese reloj solar, al que ya sólo le queda el sol, se autodefine suficiente para dividir los espacios siderales por medio de los suyos. Como quiera que sea, aún perdura en el lugar descrito esos espacios del pequeño reloj que nació después y murió antes que el tiempo que prometía medir. Al fin y al cabo igual que todos los relojes que en el mundo han sido y serán. De lo que no hay duda, insisto, es que nuestro calendario está fragmentado en esos espacios diminutos que durante toda nuestra existencia van sucediéndose, acabando unos para que empiecen otros.

Asimismo, el tiempo pasa sobre nosotros sin que apenas sea posible apercibirnos. << ¡Cómo pasa el tiempo!>>. << ¡Nada corre tanto como el tiempo!>>, decimos; y es justamente a la inversa; somos nosotros los que pasamos fugazmente sobre el tiempo, porque éste es eterno, sin principio ni fin.

Esta breve meditación acerca del tiempo y el espacio me retrotrae dando paso a diferentes consideraciones. Tan sólo habría una cosa capaz de hacer que el tiempo se parase, se detuviera dentro de nosotros: la memoria. ¿Quienes serán los que todavía tratan de inculcar esa aberración de que <<la memoria es el talento de los tontos>>? Sin duda los que ni siquiera tienen ese talento. Sin la memoria no tendríamos referencias ni conciencia de quienes somos ni de lo que hemos sido, la historia de la humanidad no habría podido escribirse, y por añadidura tampoco serían posible las funciones del entendimiento ni de la voluntad, sencillamente por ser la memoria la primera facultad del alma.

Sí, la memoria es lo único que nos acerca a lo lejano, al tiempo más remoto, hasta fundirlo con el presente, en cuanto seguimos viviendo ese tiempo pasado a través de la memoria. Una fotografía perpetúa un momento; una grabación discográfica, una filmación o un vídeo animan y reproducen una situación retrospectiva; la memoria la fija en el recuerdo y la imprime en nuestra retina hasta que morimos.

Como adláteres influyen consustancial y poderosamente en la memoria cualesquiera de las Bellas Artes: Arquitectura, escultura, literatura, pintura y música; sin partidismo de ninguna clase creo que, sobre todas, la música es la que ejerce más carga e intensidad evocadora en el ser humano. Cuantas veces habremos oído comentar a nuestros mayores, a personas de cierta edad, nosotros mismos nos lo habremos planteado si hemos sobrepasado el ecuador de nuestra existencia: <<esta música, esta canción son de mi tiempo>>. He aquí un paradigma de absoluta fusión entre música, tiempo, espacio y memoria, por la simbiosis que estos elementos obran entre sí.

Ante mi desfilan como una cinta cinematográfica imágenes de esas épocas de mi niñez y adolescencia que indefectiblemente pasaba en Orellana disfrutando mis descansos vacacionales.

Fueron, siguen siéndolo imágenes para el ensueño, para el recuerdo, porque entonces la fantasía parecía hecha realidad. Las horas más bellas, las del atardecer en el campo, quizás en el Cerro Gordo, en el de la Herrería, en el primer tramo de la antigua carretera de Campanario; de cerca, la musiquilla bucólica casi acompasada de las esquilas de ovejas y cabras; a lo lejos, de vez en cuando el grito repentino, semiahogado de algún niño que mal contenía un anhelo insatisfecho; entre tanto el contrapunto del agridulce tañido de las campanas presagiaban el ocaso.

Alrededor, girando la vista de izquierda a derecha, un enorme semicírculo se despereza ante la mirada serena de una tierra que al mismo tiempo parece observarnos serenamente; no es un juego de palabras, estamos en plena <<Serena>>. Muy pronto divisamos Orellanita, la pequeña novia de la Sierra, agazapada en su ladera, como una golondrina que ha caido con las alas extendidas sin poder remontar el vuelo. Luego, el peñón de Cogolludo, Sierras de Puebla de Alcocer, Cabeza del Buey y Castuera; a nuestros pies el Guadiana se ha hecho aprendiz de mar; lo será si llueve con regularidad, lo suficiente para que se refleje con entera nitidez ese <<Burgo>> de <<Orellana la Nueva>>, soy de los que confían con toda firmeza en que el <<burgo>> no puede seguir siendo como las ruinas fantasmagóricas o el proyecto de una ciudad imaginaria.

Contemplamos el azul del agua que antes era un hilo; todavía más lejanías celestes que se recortan en el aún más pálido del cielo, tierras que <<in situ>> son del color de la que estamos pisando, pero que van tornándose más y más azuladas cuanto más espacio hayamos de salvar; por fin en el otro extremo de la inmensa herradura, asoma su cresta el mogote de Magacela; y cerrándola tenemos delante la silueta de las primeras filas de casa en la parte sureña de nuestro pueblo; fachadas y tejados que nos hablan de remotas vicisitudes, y en posición más avanzada, como la proa de una nave de piedra, la imponente mole de esa malherida Torre del Homenaje del Castillo-Palacio llora la pretérita arrogancia de mejores tiempos; ahora sí se trata de unas ruinas que debemos cuidar y conservar; eso y lo que existe en sus entornos, es la Orellana más Vieja, la de antes, la de nuestros días, y la de siempre. Lo demás también es historia, aunque habremos de tener presente que seguimos construyéndola y que según lo hagamos el tiempo nos juzgará.”
<<ESTEBAN SANCHEZ HERRERO>>

Finalizada la transcripción anterior, comentaros que entre los trabajos escritos que ha legado Esteban, este es para mi uno de los más apreciados. Cordialmente.-Abel Martín.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Entañable redaccion de D. Esteban Sanchez, y en algunos casos muy profeticas, a mi es que siempre me ha gustado la redacción, y ahora tengo la oportunidad en este foro, y que parece que alguno me lee y la verdad que es gratificante. Un saludo Abel, besos a Juani.