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BADAJOZ: A bordo de La Golondrina, mi nave encantada, magistralmente...

A bordo de La Golondrina, mi nave encantada, magistralmente comandada por mi amiguete el Vizcaíno y en poco más que un gallo canta, me desplacé Ibn Marwan, hasta donde ya se difumina el Rubricatu. Media mañana, cielo azul claro despejado donde brilla la estela que van dejando otras naves, estas metálicas, en su ajetreado ir y tornar; repletas a rebosar de su carga humana, gente ufana que no cejan y se desplazan sin cesar buscando, sabe los dioses qué ideales o quimeras.

En tierra nos espera Robespierre, cabreado como casi siempre, echando espumarajos por sus belfos y despotricando contra las copas más grandes de todas las que hay, hubo y habrá, sin prestar atención a la primavera que estalla pletórica y radiante en las ramas de todos esos árboles que resucitan vigorosos en el lugar; ni en la vega feraz donde grana la alcachofa, las habas, las tiernas lechugas, los repollos de col y las coliflores y toda clase de hortalizas regadas con el sudor de agricultores laboriosos, amantes de su tierra y de su libertad.

Junta de antiguos rabadanes, asado a fuego lento de careta de puerco importada de entre las que se crían por el clareado encinar. Otros manjares sencillos y nutritivos, migas de pan, sublimado recuerdo de otros tiempos, otra tierra y otra gente. Priorato negro a granel que entra suave, para desengrasar.

Y así va pasando la jornada, un diez de diez que no se discute para el sufrido fogonero y su ayudante.

Anécdotas, cierto jolgorio, y con la digestión, van aflorando poco a poco los recuerdos y salen a relucir algunos nombres, indeseados o queridos, que ya algunos, habían sepultado en su memoria inconsciente o consciente, ¡qué más da! Vivencias infantiles y juveniles de unos tiempos no muy lejanos, precisiones, dudas de saber qué habría pasado, si la vida no los hubiese trasplantado y ninguna acuciante necesidad les hubiera obligado a dejar las raíces ancestrales para enraizar nuevamente y desarrollar otra vez, ramas, con sus hojas y sus flores.

Se oculta una vez más el sol por Occidente. Bulle la savia nueva en el ambiente. Unos muchachuelos corretean aún detrás de una pelota, esta sí, de las de reglamento y otros, se inventan una danza en corro agarrados de la mano, y una canción que dice más o menos: póntelo, pónselo, y no hagas caso de los mensajes erróneos que al viento lanzan, una gente que opina sobre cosas, para las que no están autorizados opinar pues, no contribuyen, de la manera que lo hacen los demás.
O algo así.
Salud.