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ALMENDRAL: Hacerse mayor, perder de vista la realidad tangible...

Hacerse mayor, perder de vista la realidad tangible significa chochear, No siempre ocurre, pero ocurre con frecuencia, a veces uno no sabe si tomar en serio lo que dicen o dejar que sigan dando tumbos de una banda hasta la otra y luego vuelta a empezar. Es lo que decía mi amigo El Vizcaíno, hablando de un conocido suyo que tan pronto se le presentaba vestido con ropajes femeninos como luciendo espesa barba de macho cabrío.

Robespierre, que conocía bien al tal por haber tenido que lidiar con similares suyos durante muchas etapas de su tiempo, asentía con cierta parsimonia—cosa extraña en él-- moviendo su desdentada calavera cubierta de ralos cabellos de arriba abajo y, Pepiño, siempre comedido, pero que en esos momentos tenía un brillo raro en sus ojos como consecuencia de la ingesta desmedida de besbistrajos espirituosos procedente de la comarca extremeña llamada de Los Barros, trataba de quitarle yerro al asunto argumentando que, gente sin rumbo por falta de entendimiento siempre los hubo y habrá pero, que también tienen derecho a expresarse libremente, que, otra cosa es hacerle caso u oírlos como aquél que oye llover.

El Laurens no, este estaba más cabreado que un mono de Singapur y soltaba proclamas contra viento y marea intentando convencer a la audiencia de la incongruencia de tomarse unas cosas tan súmamente serias de una manera tan folclórica, tan impropias de unas gente que viven en el año nueve del tercer milenio de nuestra época. ¡Como si no hubiesen pasado cosas tan graves y tan denigrantes para la condición humana en todos esos años! ¿Por cierto moza, cómo se ponen los monos de Singapur cuando están cabreados?

La duendecilla presidente, la de Valljorgina del Ampurdan, trataba de poner orden en aquella aula de grillos y a fe, que sólo lo consiguió cuando asestó varios furiosos mazazos seguidos sobre el estrado. Lo consiguió a medias, pero por lo menos, uno duendes representantes de territorios de más allá de la barrera pirenaica, pudieron explicar que aquello les parecía muy ridículo y hasta incongruente con el sentir general pero, que teniendo en cuenta la especial idiosincrasia de los naturales de estos pagos, que sería mejor dejarlos que siguieran con sus hábitos rutinarios, aunque no tuvieran ni remotamente nada que ver con el mensaje.

Acabada así la controversia, se pasó a discutir temas más candentes y de actualidad, de esos que sí tienen el alma de la gente en vilo.
Fue un debate largo y complicado al que, de momento, no se le ve mucha claridad. Al acabar sin consenso, volví a mi cubil en el latrio, ese donde gobierna la nacida en Magdala, y me desparramé en la piltra como se desparrama un saco de bálago.
Fíjate, lo que te decía, repiten, repiten, repiten, vuelven a repetir y al final, resultan sólo eso, papagallos sin tón ni són. lo que son, fueron y serán.
Así, que parar ver si lo ven, le repito lo ya dicho a estos bichos de repetición.
Salud.