La proclamación de la República fue seguida por la quema y destrucción de las principales
iglesias de la ciudad (
Escuelas Salesianas, el
Colegio de las Carmelitas, la
Parroquia de Benalúa, el
Convento de
San Francisco, la
casa de ejercicios de la Compañía de Jesús, el Convento de las Oblatas, la
Iglesia del Carmen, el Convento de la Preciosísima Sangre de
Cristo (
Alicante), el Convento de Capuchinos, el Convento de Agustinos, el
Palacio Episcopal, el Colegio de Jesús María, el Colegio de la Compañía de María y el Colegio de los Maristas), proporcionalmente la mayor quema en toda
España, ante la que las nuevas autoridades no hicieron nada por evitarla, tan sólo para proteger la
Santa Faz ante la devoción popular que esta despertaba entre los alicantinos.