De entre sus vástagos, adoraba, sobre todo, a su hija Cántara, una bellísima criatura a la que trataba con dulzura extrema. Cuando Cántara tuvo cierta edad, un gran número de pretendientes se acercaron a pedir su mano. La fama de su belleza había llegado bien lejos, pero también la de la dote que su padre entregaría al afortunado esposo. De entre todos los mancebos que aparecieron ante las
puertas del
castillo, resaltaron dos: Almanzor, un famoso general llegado de
Córdoba; y Alí, menos dotado en las artes del combate pero de gran belleza y romántico corazón. Cántara y su padre no conseguían elegir entre ambos, así que el califa decidió someterles a una prueba. Tendrían que hacer una proeza que le impresionara.