El 23 de abril próximo, la Universidad de Tilburgo celebra del “Día de la Filosofía”, en el que participarán escritores, actores y naturalmente filósofos, entre otros el francés Pascal Bruckner. El tema del día es ‘Lust en het goede leven’ (El placer y la buena vida). Hoy día, el ser humano se concentra cada vez más en sus necesidades y deseos personales y abandona cada vez más el objetivo de una vida en armonía con su entorno (la buena vida). Este es el planteamiento del Día de la Filosofía, del 2011.
Hoy día todo parece girar en torno de lo que “yo quiero, yo pienso y yo siento”. Ya no reconocemos criterios generales para una buena vida. El individuo posmoderno quiere sobre todo gozar, pasarlo bien y vivir su propia vida. Quien, por encima de todo, anhela el placer personal, inevitablemente hará daño a otros. Es una convicción tan antigua como la existencia de la humanidad y ha llevado a la necesidad de la ética: hay que poner un límite al placer, al menos en parte. Un ejemplo clásico es la filosofía de Aristóteles: la buena vida no consiste en perseguir el placer sino en aspirar y practicar las virtudes: la sabiduría, la justicia, la moderación y el valor. Para Aristóteles, el ideal de una vida buena o exitosa es una ideal social, del individuo que vive en la comunidad y que comparte toda la comunidad. A su juicio, el ser humano está vinculado moralmente a todos aquellos que le rodean. Los críticos de la actual cultura opinan que están desapareciendo los ideales comunes y el contexto social, mientras que el mercado explota nuestras necesidades que parecen ser infinitas. El placer y el goce individual se han convertido en la norma. Sin embargo, mucha gente está insatisfecha sobre el actual materialismo y el pensamiento basado solamente en el rendimiento, y surge cada vez más la necesidad de sencillez, austeridad, desaceleración y el autocontrol.
Hoy día todo parece girar en torno de lo que “yo quiero, yo pienso y yo siento”. Ya no reconocemos criterios generales para una buena vida. El individuo posmoderno quiere sobre todo gozar, pasarlo bien y vivir su propia vida. Quien, por encima de todo, anhela el placer personal, inevitablemente hará daño a otros. Es una convicción tan antigua como la existencia de la humanidad y ha llevado a la necesidad de la ética: hay que poner un límite al placer, al menos en parte. Un ejemplo clásico es la filosofía de Aristóteles: la buena vida no consiste en perseguir el placer sino en aspirar y practicar las virtudes: la sabiduría, la justicia, la moderación y el valor. Para Aristóteles, el ideal de una vida buena o exitosa es una ideal social, del individuo que vive en la comunidad y que comparte toda la comunidad. A su juicio, el ser humano está vinculado moralmente a todos aquellos que le rodean. Los críticos de la actual cultura opinan que están desapareciendo los ideales comunes y el contexto social, mientras que el mercado explota nuestras necesidades que parecen ser infinitas. El placer y el goce individual se han convertido en la norma. Sin embargo, mucha gente está insatisfecha sobre el actual materialismo y el pensamiento basado solamente en el rendimiento, y surge cada vez más la necesidad de sencillez, austeridad, desaceleración y el autocontrol.
