La
fuente no sólo era un
monumento artístico sino que tuvo desde el principio una utilidad para los madrileños. Tenía dos
caños que se mantuvieron rústicos hasta 1862. De uno se surtían los aguadores oficiales que solían ser asturianos y gallegos y llevaban el
agua hasta las
casas y del otro el público de
Madrid. En el
pilón bebían las caballerías. El agua procedía de un viaje de
aguas que, según la
tradición, databa de la Edad Media de la época en que Madrid era musulmán. Tenía fama de poseer buenas propiedades curativas de cualquier mal. Los caños eran incómodos y de difícil acceso y estaban situados en el lugar donde hoy saltan los surtidores. Precisamente por eso en el año 1862, el
Ayuntamiento decidió cambiarlos por dos figuras artísticas y de diseño simbólico para la villa de las que manaba ampliamente el agua: un oso y un grifo (criatura mitológico mitad águila, mitad
león) que además fueron colocadas de manera que se facilitara el acercamiento de la gente.