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TIANA: Como las clases de piano que ha solicitado Justo, y...

Como las clases de piano que ha solicitado Justo, y que retrasa el profesor Queralt ad calendas, hasta que intervino D. Pedro a favor del olvidado postulante. Y otros más desplantes que Justo, “écorché vif” intenta olvidar sin que antes no le vengan al peto otros desprecios. Quizás exagera Justo, siempre perdido en su mundo de contradicciones... Acaso el sacerdote resentido no entienda o no quiera entender sus ansias de amistad.
Es costumbre entre los alumnos, de dejar los libros y objetos que lleven al salir de las clases, en los bancos de mosaicos que hay en la entrada, para salir a jugar,
A Menudo se les olvidan lápices en los bolsillos de los guardapolvos, o los relojes de pulsera, que dan a uno de los maestros presentes durante el recreo.
¡También es mala suerte, que precisamente ese día, Mn. Queralt estuviese en el recreo, delante de la puerta de la conserjería hablando con el Señor Ventura! Más fuerte que los propósitos de buena conducta de Justo, es la tentación de darle al Mossén la cajita como si fuese otro objeto de los que habitualmente se le confían hasta el final de los juegos. SDe su explorción de la "Muntanyeta, Justo trae en una cajita un ratolín:
¬ ¡Guárdeme eso, Mossén!
Le dice mientras veloz, pasa a su lado como si viniera de entre la turba de futbolistas. Mosén Queralt, que distraído escucha la verborrea del conserje, tiende la mano y se mete en el bolsillo de la sotana la cajita con el ratón dentro. Pero algo se está moviendo en su bolsillo que le intriga, y vuelve a sacarla, la mira, ve cómo se mueve e imprudentemente la abre:
¡Horror! ¡Un bicho asoma su hocico por la rendija! Mn. Queralt la tira en un sobresalto que transmite al señor Ventura que da un salto hacia atrás.
¬ ¡Bergant! ¡Poca vergonya! ¡Mal educat!
Probablemente la vergüenza de verse sorprendido en actitud ridícula de miedo, hacia un animalito tan insignificante le ha hecho perder la compostura y los estribos: Sus gritos todos los que estaban en la plaza los han oído. Viendo a Justo huir del lugar de la fechoría, los de su clase que le conocen, vienen a enterarse de lo ocurrido, acrecentando el enfado del sacerdote:
¬ Això no es quedarà sense càstig!
¬ Te raó, mossèn: El noi s’ha sobrepassat. Jo també puc contar les barrabassades que a mi ma fet!
Furibundo, Mn. Queralt, mira hacia el balcón desde donde el Rector ha venido a enterarse de la trifulca. A pesar de los gestos que hace como queriendo tomar al Doctor Altés por testigo de su desventura, este, ríe con los demás, aumentando el despecho del ofendido.
¬ Ce n’est pas très méchant ce qu’il t’a fait! Et si ça peut te consoler, il me l’a fait à moi aussi. Admet que ce garçon met un peu de gaîté dans nos vies monotone. Le consuela Mn. Francisco Xavier en francés probablemente para que no se enteren bien los alumnos y no incrementar el ridículo de la situación.
¬ ¿Me está diciendo, Rector, que no merece un castigo? ¿Ni por faltar al respeto debido a un sacerdote?
¬ Yo no lo castigaré. A mí me hacen gracia sus travesuras. Pero si tanto te ha molestado, castígalo tú y allá te las arregles con tu conciencia. No creo que sea necesario coger el látigo como Quién tu sabes, y echar al bufón del templo.
Tampoco pensó Justo que se organizaría semejante tumulto, ni que Mn. Queralt se molestaría tanto. Arrepentido por esta vez, va en busca del ofendido, le coge la mano para besársela pero más rápido este, le tira de la oreja y le dice:
¬ Váyase, mal sujeto, que no le quiero ver.
¬ Pero perdóneme, mossén. No he obrado con mala fe, ha sido solamente una broma, admito, algo pesada, Pero no iba dirigida a usted. La mala suerte ha sido que estuviese en mi camino.
¬ La mala suerte es que el mío, (sic) se haya cruzado con el tuyo en este seminario. ¡Vete! ¡No me dirijas la palabra si no es por razones de estudios.

Así estaban las cosas entre ellos, y así permanecieron.
“Contraria contrarii curantur” et asinus fricat asinum.

V. – Remotius ventus. “Les golfes”
Tantos fuimos es año en el curso de ingreso, que hubo que dividir los alumnos en dos mitades de veintidós alumnos por clase. Luego el problema para nuestro querido Rector, fue encontrar una segunda pieza en el ya repleto seminario, donde ubicar esos veintidós sujetos. Problema que se resuelve, dando las clases de las diferentes asignaturas, en horas sucesivas.
Entrando por la puerta principal, la conserjería se encontraba a la derecha, y, siguiéndole claustro por ese lado, la primera puerta se comunicaba con un amplio aposento que se nos asignó, como nuestra clase. En ella recibíamos y exponíamos las lecciones y en el mismo sitio, nos examinaron al final del curso.
En nuestro tiempo, el seminario Menor se compone de la planta baja, con el claustro abierto, y dos pisos. En el primero, contrariamente al de la planta baja, el claustro está cerrado con grandes cristaleras. Es el lugar del edificio donde se hallan, las dos capillas, el despacho y habitación del Rector, y diversas otras clases, amén del estudio de los de segundo y tercero: El “Castellamentum” el botiquín y los aposentos del señor Obispo, que ocupa cuando viene a vernos.
En el piso de arriba, estaban los dormitorios en los sitios que los plafones tienen suficiente altura. Quedan por mencionar “Les Golfes”: Son zonas del mismo segundo piso, mas bajas de techumbre, donde las vigas que sostienen las tejas, están aparentes, en forma de barca invertida, como ciertas viviendas de las islas Canarias. Con el fin de acomodar todo este menudo mundo, no le queda mas remedio al Dr. Altés, que arrebañar los fondos de su lamida alcancía, de donde intenta sacar más que le meten. No hay constancia de cómo pudo contratar con tan escasos fondos un equipo de albañiles que emprenden la rehabilitación de “les golfes” con la mayor celeridad, dadas las circunstancias.

Los curiosos alumnos, raramente les ven. Los operarios llegan antes que ellos salgan de la primera misa, y no deambulan por los pasillos cuando aquellos se encuentran: Tienen prohibido subir al piso que está en obras. Incluso en el futuro estudio de tercer curso – Ellos están en primero – han tendido una lona que oculta los destrozos que tiene que hacer los albañiles, antes de recomponer.
Estos casi invisibles “faberes” en un tiempo record, rascan la cal de los muros, quitan los cementos adheridos a las vigas, las tintan, rejuntan lo baldosas de cerámica de los suelos, llevan luz eléctrica e incluso un telefonillo interior como los que ya hay en las otras clases y estudios. En pocos días, las antiguas zahúrdas, patinadas por más de un siglo de abandono, se transforman unos muy adecuados estudios.
Verdad es, que en los laterales, hubieron de poner a los más bajitos por evitar que los más espigados al levantarse, pasaran la cabeza a través del enyesado y tiraran abajo las tejas.