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TIANA: Por aquel entonces, el señor Manuel, a conseguido un...

Por aquel entonces, el señor Manuel, a conseguido un puesto de trabajo en el aeropuerto del Prat. Contento de su suerte. (Pico y pala) ha podido pasar las chicanas del régimen franquista, que lo tenía fichado fuese adónde fuese en la península.
III. ¬ ¿Quieres acercarte conmigo al campo de aviación, para ver si hay algún puesto de trabajo para ti? - Plantea Manolo a su hermano Antonio.- Allí hay más de trescientos hombres haciendo cosas.
¬ ¿Qué cosas? Yo de oficios no sé gran cosa, aparte los pozos y poner piedra...
¬ Pero para empezar, no te asustará el pico, ni la pala.
¬ Déjame unos días, que mire yo por ahí a ver qué encuentro.
Estaba visto que Manuel no entiende a su hermano. Le propone un puesto en el aeropuerto, cosa a la que él, pone reparos, creyendo que encontraría mejor oferta “Por ahí” ¡como si él conociera ese “por ahí!” Con el desdén del que sabe más, y no entiendo de oposiciones ni remilgos, se acerca la lámpara de carburo, que cuelga de una biga del techo, y se sumerge en su crucigrama. Antonio se pone a charlar con el perro de la casa, que incomprensiblemente se ha hecho muy amigo de él. Retino, -así se llama el perro – lo mira fijamente a los ojos, y apunta con sus inquietas orejas hacia aquella voz.
¬ ¿Con quién te vas a quedar mañana, Retinino? Si quieres, te puedes venir conmigo. Ya sabes: Yo no te ato. Te daré un cacho tocino y otro de mi pan.

“¬ Horizontal: Divide en partes: Una, dos... ocho, nueve y diez letras. 3 vertical: 9 letras: Brillante, relumbrante. A saber: ¡Rutilante! Volvamos a la primera horizontal: Divide en partes: Una R en 3 A saber: ¡Fracciona!”
El señor Manuel se aficionó a los crucigramas cuando estuvo aquellos cuatro años preso en el fuerte de san Cristóbal de Badajoz,, por los servicios rendidos a la República. Ahora continua con el vicio que lo hace evadirse del triste presente. Entre línea y línea Manuel mira a su hermano y al perro que parece extasiado ante su “San Antón”
Eso que ha dicho Antonio referente a la comida ha interesado prodigiosamente a Retino, que le lame las manos sin remilgos. El Señor Manolo reconoce que el perro, quiere más a su hermano que al resto de la tribu, él incluido; pero no puede reprimir un gesto de asco cuando ve a Antonio dejarse lamer por el can. Mientras esto piensa con el cerebelo, con otro hemisferio sigue con su crucigrama:

“¬ 6 vertical: Símbolo de la fe, Ya tiene la primera letra: Una C. El lápiz traza veloz las letras de molde: Credo. Un bostezo se le escapa. Este crucigrama es demasiado fácil para él.
Pero la verborrea de su hermano, lo distrae y abandona. Tira el periódico sobre la banqueta y grita innecesariamente a su mujer:
¬ ¿Cenamos? ¿Cenamos Ferfe?
¬ ¡Ya! Estoy calentando los garbanzos. Consuelito nos ha dado un pedazo de tocino del pueblo y le estoy dando un hervor.
¬ ¿Has oído, Retinito? La llama Ferfe. ¡Que cursi! –Comentó guasón Antonio.

Por la mañana: de madrugada, el señor Manuel sale de la única habitación de la casa, y se dirige al patio, donde Fermina le tiene preparada una palangana con agua, al lado jabón y en un clavo del tabique una toalla. Al pasar por el comedor, observa a su hermano que duerme sobre el banquillo de un metro cincuenta por treinta y cinco centímetros de ancho. Tiene la boina puesta de pantalla en la cara. Retino duerme debajo del banco. Cuando levanta el morro al oír pasar al amo, aprovecha para lamer la mano de Antonio que cuelga. Cuando el Señor Manolo termina con sus abluciones, Antonio que ya se ha despertado, aprovecha el agua de la palangana para refrescarse la calva y alisarse los cuatro pelos que le quedan. Manuel carga con el cesto del almuerzo –donde nada lleva – pero luego le sirve para traer clavos de recuperación, setas, caracoles... Se dirige hacia la puerta, pero Antonio le dice que está calentando café portugués.
¬ Bueno. Pero que sea ya, que el autobús no espera.
Los dos hermanos beben el café como si fueran a salir de la trinchera, y Antonio, pellizca la “chambra” con el sobaco y sale detrás de su hermano.

–“Venga que te acompaño” Dice.
¬ ¿Vas a venir a ver, al aeropuerto?
¬ No; pero te acompaño un ratejo.
Anduvieron los dos hermanos silenciosos, entre las sombras del estrecho callejón que llamaban Pasaje de la parada, antes bautizado por el Señor Manolo Villa Caldas de Bombuy y por el Señor Reches, - el vecino de la otra punta, el padre de Jaime - Carrer de Caldetas. Otros hombres salen de las barracas que se anuncian a ellos con simples gruñidos. En la parada del tranvía número 48 y en la del autobús de la línea B ya hay fila de espera para coger el primer transporte de la mañana.
¬ Me gustaría que vinieras – insiste Manolo – Sólo para que vieras “la Torre de los Millones” Las pistas de aterrizaje...
¬ No. No subo. Otra vez me lo cuentas. Aquí te dejo, hermano.
Y Antonio, de su andar despreocupado, echa por entre las vías del pasaje de Somatén, y de los huertos del futuro Puerto Franco. El señor Manuel ve llegar el autobús de la línea B, y se arrima cuanto puede a la cabeza de la fila de espera.
Se abrieron las portezuelas con un silbido de aire comprimido, y el señor Manuel, a pesar de no ser de los primeros, consigue alcanzar un asiento junto a la ventanilla. Pensó: “En este amargo mal vivir, cualquier pequeño gozo es bien venido” Saca del cesto de mimbre unas hojas de la Vanguardia, al mismo tiempo que se le va el pensamiento tras su filosófica frase.

El periódico ha estado desde ayer en el cesto de la comida donde trajo unas grandes setas rojizas que por Cataluña llaman “volets” Las había ido sacando del humus con gran cuidado para no romper las esporas, y les fue soplando para hacer caer la tierra y las hojas de pino resecas. Las hojas están manchadas.

Por encima del crucigrama algunas letras del dorso traspasan la cara. Lo despliega con disgusto, saca su lápiz de mina blanda y, después de constatar que las pocas personas que a estas horas van en el autobús no merecen gran interés, se concentra, reemprendiendo la tarea del crucigrama inacabado de la víspera:
¬ “Realidad onírica (5 letras)” Para resolver los crucigramas, siempre usaba un lápiz blandito de mina. Para no hacer garabatos, a los vaivenes del autobús despegaba la espalda del asiento y compensaba con los riñones los frenazos o las aceleraciones. Cuenta:
¬ “Una dos tres cuatro y cinco casillas” “Cuadra”-piensa - Y escribe: “Sueño”
El autobús bordea la carretera del Port por el adoquinado que linda el cementerio nuevo. Ataca la definición siguiente:
¬ “Tiempo inconmensurable (6 letras)” “Me cae en la primera la E de sueño.” Escribe: “Eternidad” y deja caer la espalda en el respaldo.

El autobús ha llegado a la parada de la barriada del Port. Suben varios peones que trabajan también en el aeropuerto. Olvida Manolo un momento su crucigrama y observa a los que suben. Los que le conocen, le dirigen un vago signo con ojos y hombros, como queriendo decir: “Nosotros también estamos condenados a arrimar el hombro” “ ¿Qué haríamos si no?”
“¬ ¡Aquí!” Le dice imperiosa una dama a su niñita mientras le indica otro asiento. La escena se repite cada mañana. La mamá le tiene que hacer tajantemente cambiar de sitio.
¬ “Signo de cadmio, o matrícula de Cádiz con dos letras” Mientras Manolo se aplica es escribir esas dos letras, siente como el bus gira en la rotonda de la plaza de España.