Por alusiones y por la parte que le corresponde a esta mi ciudad de adopción cuelgo esta chorrada aquí también.
Decía el Arcipreste:
Son las de Buen amor, razones encubiertas;
medita donde hallares señal y lección cierta,
si la razón entiendes y la intención aciertas,
donde ahora maldades, quizá consejo adviertas.
De músico instrumento yo, libro, soy pariente:
si tocas bien o mal te diré ciertamente;
en lo que te interese, con sosiego detente
y si sabes pulsarme, me tendrás en la mente.
Pero claro, ni yo soy aquél,
ni estos tiempos son aquellos,
ni esta sociedad es la que era
cuando él escribió eso.
Porque setecientos u ochocientos añazos no pasan en balde. Hoy, la pasión amorosa descarga su furia incontrolada por otros derroteros, y se disuelve pacificada en el seno de múltiples variantes. Una de ellas previo pago de su importe, concepto equivalente o casi, al de las alcahuetas de la época.
Desde y en esta ventana a otros mundos que es el mundo de interacción que llaman internet, me pregunto cómo sería la codicia en aquellos tiempos, y veo jinetes a lomo de briosas monturas que entran a degüello en aldeas, poblados y ciudades, prendiendo fuego a las edificaciones con techumbres de retamas y arramblando con todo lo animado e incluso inanimado.
Pero ahora no, ya no se hacen las cosas así. La muestra puede ser Madoff en América o Millet en Barcelona. Entre tantos y tantos que harían una lista interminable en España y en cualquier otro Estado.
Dicen que codicia viene de cupiditas, que significa deseo o pasión y que es sinónimo de ambición o afán.
Dicen también, que todas las personas sabemos cuándo estamos haciendo lo correcto y cuando no, luego, estos citados, deberían saberlo también, pero su afán por acumular dineros debió de anestesiar sus consciencias, y como la codicia es insaciable al parecer, siempre quiere más. Así, poco a poco, se va llenando esa bolsa donde caben tantos corruptos quienes, previamente, se han corrompido por dentro. Lo que quiere decir, que han dejado de lado valores como integridad, honestidad, generosidad y altruismo, en beneficio de ese impulso interior encaminado sólo a satisfacer su interés mezquino.
Nada nuevo bajo el sol, somos corruptos y corruptibles, cambian los tiempos y las maneras y se inventan artes nuevas apoyadas en la técnica para obtener beneficios aún a costa de la ruina de los demás semejantes, pero, el tocomocho, el trile, siguen estando vigentes. Este último es el que ha empleado Milley y sus muchachos y el otro, es el que puso en marcha con notable éxito Madoff. Se ha armado la de san Quntín, y hemos pasado del estado del bienestar, al del malestar, que acabará por echar por la borda la mayoría de las conquistas sociales que se habían conseguido a fuerza de sangre, sudor y lágrimas. Sangre sudor y lágrimas, que nos exigen ahora los que mandan en el mundo y en nosotros, para poder seguir ellos disfrutando de su bienestar.
Ni contigo ni sin ti
mis penas tienen remedios,
que me quitáis los garbanzos
pa que se los coman otros.
Ya nada será lo mismo, señor Mariano. Ahora no pasará como cuando usted era responsable de Administraciones Publicas y su ex-jefe ponía las patas en lo alto de la mesita del salón de estar en la hacienda de los Bush. Así, que póngase a trabajar y déjese de pamplinas, porque está oliendo a azufre, como dijo Hugo.
Salud.
Decía el Arcipreste:
Son las de Buen amor, razones encubiertas;
medita donde hallares señal y lección cierta,
si la razón entiendes y la intención aciertas,
donde ahora maldades, quizá consejo adviertas.
De músico instrumento yo, libro, soy pariente:
si tocas bien o mal te diré ciertamente;
en lo que te interese, con sosiego detente
y si sabes pulsarme, me tendrás en la mente.
Pero claro, ni yo soy aquél,
ni estos tiempos son aquellos,
ni esta sociedad es la que era
cuando él escribió eso.
Porque setecientos u ochocientos añazos no pasan en balde. Hoy, la pasión amorosa descarga su furia incontrolada por otros derroteros, y se disuelve pacificada en el seno de múltiples variantes. Una de ellas previo pago de su importe, concepto equivalente o casi, al de las alcahuetas de la época.
Desde y en esta ventana a otros mundos que es el mundo de interacción que llaman internet, me pregunto cómo sería la codicia en aquellos tiempos, y veo jinetes a lomo de briosas monturas que entran a degüello en aldeas, poblados y ciudades, prendiendo fuego a las edificaciones con techumbres de retamas y arramblando con todo lo animado e incluso inanimado.
Pero ahora no, ya no se hacen las cosas así. La muestra puede ser Madoff en América o Millet en Barcelona. Entre tantos y tantos que harían una lista interminable en España y en cualquier otro Estado.
Dicen que codicia viene de cupiditas, que significa deseo o pasión y que es sinónimo de ambición o afán.
Dicen también, que todas las personas sabemos cuándo estamos haciendo lo correcto y cuando no, luego, estos citados, deberían saberlo también, pero su afán por acumular dineros debió de anestesiar sus consciencias, y como la codicia es insaciable al parecer, siempre quiere más. Así, poco a poco, se va llenando esa bolsa donde caben tantos corruptos quienes, previamente, se han corrompido por dentro. Lo que quiere decir, que han dejado de lado valores como integridad, honestidad, generosidad y altruismo, en beneficio de ese impulso interior encaminado sólo a satisfacer su interés mezquino.
Nada nuevo bajo el sol, somos corruptos y corruptibles, cambian los tiempos y las maneras y se inventan artes nuevas apoyadas en la técnica para obtener beneficios aún a costa de la ruina de los demás semejantes, pero, el tocomocho, el trile, siguen estando vigentes. Este último es el que ha empleado Milley y sus muchachos y el otro, es el que puso en marcha con notable éxito Madoff. Se ha armado la de san Quntín, y hemos pasado del estado del bienestar, al del malestar, que acabará por echar por la borda la mayoría de las conquistas sociales que se habían conseguido a fuerza de sangre, sudor y lágrimas. Sangre sudor y lágrimas, que nos exigen ahora los que mandan en el mundo y en nosotros, para poder seguir ellos disfrutando de su bienestar.
Ni contigo ni sin ti
mis penas tienen remedios,
que me quitáis los garbanzos
pa que se los coman otros.
Ya nada será lo mismo, señor Mariano. Ahora no pasará como cuando usted era responsable de Administraciones Publicas y su ex-jefe ponía las patas en lo alto de la mesita del salón de estar en la hacienda de los Bush. Así, que póngase a trabajar y déjese de pamplinas, porque está oliendo a azufre, como dijo Hugo.
Salud.
