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QUIRUELAS DE VIDRIALES: ASÚCAR, CANELA Y CLAVO...

ASÚCAR, CANELA Y CLAVO

Cestas y setas. ¡Quien hace un cesto, hace ciento, Emilio! Así, como si nada, ya llevamos unos cuantos. No faltará quien piense o diga que parecen churros...
que recuerde no conocí al Tío Blas, sí vi cómo los hacían allá a finales de los 60 y primeros 70. A nosotros nos hizo los últimos un cestero gitano - ¡dale, qué manía!-, quedarán en la bodega unos quince de estos talegones. Muy bien confeccionados, pero un poquito grandes y más pesados, quizá por el tipo de mimbre, mi padre siempre se quejaba. Es que podían llegar a los cien kilos de uvas, unas cuatro talegas, dependía de si se encalcaba o iban con copete, rebosantes de racimos. Había que subirlos al carro –dos hombres abajo y uno arriba colocando-, a veces llevarlos a cuestas uno solo... Recordarás que se instaló una báscula justo frente a tu casa – ¿año 70-71?-, pero antes fue portátil, como la de pesar sacos de pienso que tenía Leoncio, los talegones se pesaban de uno en uno, y había que moverlos. Luego subirlos al camión a descargar, donde hombres con purrideras esparcían las uvas sobre una gran lona.
El gitano empezaba por el círculo del culo –bueno, él y todos los cesteros, faltaría más-, de aquí partían unas varas verticales largas de mimbre que servían de guía, generatrices del talegón, cono truncado. En torno a ellas iba tejiendo, entrelazando las mimbres. Al final de las varas quizá lo más delicado: rematar el borde y hacer las asas.
Aún lo veo en el corral, ahí a la sombra, sentado en el taburete, en sus rodillas lo que sólo era proyecto de talegón, venga a dar vueltas y más vueltas con el mimbre trenza que te trenza. El martillo cada triquitraque golpeando sobre la tablilla para que quedase prieto y bien ceñido. Y mientras sin parar cantaba: "- ¿Me quieres, Morral? –Te quiero, Talega. ¡Oh, de los rostros sabios, que he llevado a mis labios como vinos traidores. Las mujeres sencillas, que senté en mis rodillas como ramos de flores..." Y mi padre respondiendo al cante bajito: Estaba ya el pavo asao, la pava en el asador, entró un civil con bigote y ¡osú, qué miedo, chavó!: "A ver dónde está ese pavo, a ver dónde está la pava, porque tiene mucha guasa que yo no jale ni un ala"-decía el guardia.
Eugenio nos trajo el cine, los gitanos el circo. En aquella España aburrida y atrasada cuando aparecían en el pueblo eran la novedad. (Veinticinco años de paz, celebró el régimen con descaro. En realidad lo fueron de miseria, años perdidos. Gracias a los emigrantes y al turismo se nos pegó algo de la prosperidad europea, al precio de"contaminarnos"con ideales democráticos y libertad, el fin de la pretendida autarquía) Vimos una cabra amaestrada haciendo acrobacias, una gitanilla contorsionista, un funambulista o un pobre chimpancé, de verdad, no como en las películas de Tarzán. Los mayores nos contaban que llegaron a traer un oso, hubo uno famoso llamado Nicolás. El pobre se ponía de manos sobre la planta de los pies y bailaba al compás que su amo le marcaba: " ¡Baila, Nicolás, traca-tracatrá! ¡Baila, Nicolás, traca-tracatrá!..."