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QUIRUELAS DE VIDRIALES: EL ÚLTIMO CESTERO DE QUIRUELAS...

EL ÚLTIMO CESTERO DE QUIRUELAS

Hace cuarenta años que Máximo Pérez Cobreros hizo el último talegón para la vendimia. La llegada de los recipientes de plástico dio al traste con el trabajo artesano que ha sido retomado a partir de la jubilación de este vecino de Quiruelas de Vidriales. Maxi comparte ahora, a sus 78 años, el cultivo del huerto con una de sus aficiones, confeccionar cestas hechas con varas de mimbres y támaras. La vena artesana «la mamó» desde muy niño, ya que su tío Blas y su madre Herminia se dedicaban al oficio. «Entonces se hacían unos talegones que no se sacaba un kilo de uno a otro», refiriéndose a la cantidad de kilos de uvas que contenía el cesto. «Eran como velas», recuerda. Las talegas y talegones dieron paso a los recipientes de plástico e, incluso, los sacos de este material y más recientemente las cajas para la recolección de la uva, arrinconando en las sisas de las bodegas los recipientes de mimbre.
Desde su jubilación como agricultor, Máximo comenzó a retomar su antiguo oficio. Pero los años no perdonan como el peso de los talegones sobre la espalda de los portadores. En este caso, las manos de Máximo ya no tienen la misma destreza. «Antes tardaba una hora en hacer una cesta, ahora tardo tres o cuatro horas» confiesa con cierta resignación haciendo hincapié también en la dificultad para doblar la espalda, «no se puede uno agachar lo mismo».
Este vecino de Quiruelas muestra algunas de las piezas que viene realizando. Desde cestas donde se llevaba la comida a la era o la vendimia, cestas para la costura, para la ropa. Toda una variedad de recipientes, de tamaños e, incluso, de colores. «Son elegantes, ¿verdad?», inquiere este artesano señalando algunas de las piezas con cenefas de colorido. En estas fechas y a mediados de agosto, Máximo se encarga de cortar las varas de mimbre, de choperas y támaras de los bordes de las acequias y regatos para confeccionar sus piezas con usos muy diferentes. La mayoría como objeto de decoración en muchas casas de los pueblos de la zona y para lugares más lejanos como Barcelona, Madrid, Galicia o Guadalajara.
Máximo explica el proceso de limpieza de la vara después de su corta. «Hay que pelarlas, quitarles la corteza y ponerlas al sol hasta que se sequen bien». El proceso de retirada de la corteza lo realiza Maxi con una pequeña rama de támara «casi partida en dos mitades». Los dos extremos sirven para aprisionar la vara deslizándolos sobre ella logrando la retirada de la piel. Una vez limpias las varas, se procede a introducirlas en agua durante un cuarto de hora. «Se mojan las varas para poder trabajar mejor con ellas», dice. A alguno de los manojos se les imprime de color para realizar los adornos en las cestas. «Se tiñen de cualquier color, pero tiene que ser pintura muy buena ya que la vara es muy fina y no agarra bien». Máximo usa un canalón, de los que se utilizan en los tejados, como recipiente para el teñido de las varas. «Un cestico de estos llama la atención», refiriéndose Máximo a los que tienen alguna de estas varas de color.
El secreto de la construcción del cesto consistiría en su esqueleto, en unir todas las costillas al borde de la pieza. Se comienza por la base y se va entretejiendo hasta elevar el cuerpo. Por último, se une el asa realizada con un trenzado de varas. Las costillas de la base tienen que recogerla por completo y sujetar el asa. Máximo advierte que algunos artesanos aplican unas bases postizas «y eso no vale, porque se desarman», explica.
A algunas de las cestas se les aplica «la labor» que consiste en una cenefa superpuesta por el borde. Eso le da un toque más elegante. A Máximo, la concentración en el trabajo artesano ya le ha ocasionado alguna regañina por parte de Antonia, su mujer. «Es que ya no puede mucho y, a veces, no para», dice. En cambio, Máximo asegura que seguirá haciendo sus cestas mientras pueda, lo mismo que el cultivo de su huerto y, eso sí, ir al bar después de comer para jugar una partida de cartas con los vecinos.
Esta noticia, ha sido extraída del Periódico La Opinión de Zamora que fue publicada el día 18. Como podéis comprobar, es una pena que en los pueblos, con el paso de los años, se vayan perdiendo oficios artesanales ejercidos por personajes que, bien se merecen una nominación y renombre. De todas las maneras, felicito a Máximo -que sin duda tuvo un buen maestro en la persona que yo llamaba “tío Blas”-, por su larga trayectoria en el arte de confeccionar talegas y talegones y deseo que disfrute muchos años de sus aficiones y pasatiempos. Sedere, sin duda que este año le compro un buen cesto a Máximo. No sabía que los tengo tan cerca. No me critiques los cestos de níscalos porque fue un apaño sobre la marcha. A falta de pan, buenas son tortas; aunque los flamantes níscalos, bien merecen un cesto decente. Siento redundar en el comentario, pero es que ya lo tenía preparado. Un saludo. €1000io.