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MALVA: Réplica de FACEBOOK....

Réplica de FACEBOOK.

José María García Mateos
Hace un minuto aproximadamente
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Crónicas de una letra minúscula.

20. - A coger para los conejos

Otros animales que se solían criar en casi todas las casas del pueblo eran los conejos, esos roedores que tan ricos están en el rincón de Jerónimo. Se alimentaban principalmente de cebada en grano, pienso algunas veces y sobre todo del “verde”, que se decía. Este verde no era otra cosa que hierbas salvajes del campo, que se recogían en las linderas, cunetas, “rebanzones”, cortinas, praderas, regatos, laderas, en fin, en cualquier espacio de terreno no roturado.

Era una tarea, que aunque la podía hacer cualquiera, normalmente la hacíamos los muchachos (también los abuelos), y que orgullosos, cuando llegábamos a casa con el saco lleno. En burro, bici o andando si sé recogía de algún sitio cercano al pueblo. Cuanto más traías más contento entrabas en casa, satisfecho como si hubieras ganado el jornal.
Lo normal era quedar dos o tres de los amigos, para ir juntos a coger para los conejos.

En cierta ocasión fuimos Balbino, Jesús él de Fermín y yo. Balbino iba con su bicicleta, mientras que a Jesús y a mí, nos habían dejado unos burros, que era una práctica habitual en aquellos tiempos.
Los burros a parte de los pastores los solían tener nuestros abuelos.
Fuimos por la tarde, carretera de Villalube, por la zona de la malvasía, por un regato que había en dirección a santa Justa. Había mucho de todo, amapolas, alberjón, hierba de ojo, mielgas, cardos santos, achicorias, labrestos, corriyuelas, valeos, artemisas, en fin mucho verde.
Por allí anduvimos apañando para el festín de los conejos, era una tarde de primavera, con el cielo despejado y buena temperatura. Como música de fondo, el trino de los pájaros, el canto de chicharras, grillos, y de alguna lejana perdiz.
Balbino como había ido con la bici, cuando llenó el saco, lo ató al trasportín y se fue antes del obscurecer. Jesús y yo, con dos sacos cada uno, tardamos más en llenarlos, una vez los sacos llenos, que si llevarlos hasta donde teníamos los burros, que si cargarlos, que se nos cayeron veinte veces, que si subir a los burros, que no era tan fácil con los sacos llenos, en un llano imposible, siempre buscábamos alguna piedra grande, o metíamos el burro, en la cuneta, y desde la parte alta nos impulsábamos para conseguir subir a su grupa. Los sacos tan llenos como estaban, se nos caían de nuevo del burro, que si bajar del burro, que si volver a cargar los sacos al burro, total que empezó a hacerse de noche y no habíamos llegado al puente “pajarinos”. No había forma humana cada poco un saco al suelo, con la consabida rutina, bajar, cargar y volver a subir.
Al pasar a la altura de la Huerta del Sr. Nicolás, era ya de noche total. Pero nosotros a lo nuestro, a los sacos vamos. Un poco más adelante, comenzando a subir la última cuesta antes de acceder al pueblo, sé oye un toque nervioso de campanas, como si tocaran a fuego. Y de repente, un poco más adelante vemos que, una procesión aparece, avanza con paso firme hacia nosotros, casi toda de mujeres, con Josefa y Enervina a la cabeza, nuestras madres, rezando el rosario, las letanías, y hasta el “yo pecador”, bueno solo les faltaba el luto, y como era de noche como si lo llevasen.
La situación era lo más parecido a una película de Berlanga.
El pueblo entero movilizado, todo el mundo creía que nos habíamos perdido.

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-" ¡Teotimooooo!".
Emilio el Mosca,” esbaratando” la procesión. (Heli)

Volviendo con los vaqueros que había en el fuerte apache del cuchitril de Pedro, el nieto de Don Leonides el boticario de Malva, quiero dejar claro que hoy día esto de jugar a indios y vaqueros con las figuras de plástico parecería una bobada pero en aquellos tiempos y sobre todo para los nietos del boticario era un juego muy arraigado y de una importancia tan suprema como aquella frase que pudo haber dicho Albert Einstein.

“Que es más fácil destruir un átomo que un prejuicio”

Salud.