Entre las choperas de los prados de abajo la niebla se siente la dueña de todos los rincones. El talanda recibe sin alboroto las aguas del Montoya, para juntas proseguir el camino frías y silenciosas, con negrillos álamos y chopos en los márgenes del cauce. Un petirojo posado en un zarzal es acariciado por la niebla, mientras contempla el discurrir del agua desde su posadero. En las laderas se encuentran pinos, almendros, y aguas abajo las encinas de el Hondajo. No lejos de allí se ve la silueta del molino, un raposo deambula buscando su alimento, la cola amazorcada apenas roza las hojas secas que cubren el suelo. El petirrojo lo contempla y siente la humedad de la niebla en su plumaje. En la copas de unos álamos posados están varios gavilanes esperando que caiga la tarde para irse a su dormida, a los pinos de las laderas. Todos saben que será una noche fría y silenciosa, inundada por la niebla, es la noche callada. En ella solo se verá una estrella en lo alto de la cantera anunciando que allí en una baña, al abrigo de las piedras estás el recién nacido. No espera que vayamos adorarlo, ni pastores ni reyes, venidos de algún país lejano quiere que todos pensemos en aquellos que esta noche sienten frío, y mañana tratemos de ayudarlos cediéndole el abrigo que no poseen. Compartiendo un trozo de pan con el que no tiene comida, haciendo compañía a aquel que en la noche callada se siente solo.
"Feliz Nochebuena"
"Feliz Nochebuena"
