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CASTRELOS: Madre, el cielo se ha oscurecido. No sé que hora será:...

Madre, el cielo se ha oscurecido. No sé que hora será: Estoy cansado de jugar y vengo a tu lado. Es sábado y no tengo colegio. ¡No trabajes más, madre, siéntate aquí junto a la ventana y dime donde está el desierto de Tepantar del que habla el cuento!
¿Dónde está, madre? ¿En qué playa de que mar, al pie de que colina, en el país de qué rey? No habrá allí vallados para dividir los campos, ni sendas por las que pasan los labradores cuando vuelven a sus casas a la caída del sol, ni las mujeres que corten ramas del bosque para llevarlas al mercado. Todo lo que hay en el desierto de Tepantar son parches de hierba mustia en la arena y un único árbol en el que tienen sus nidos los dos viejos pájaros sabios.
El joven hijo del rey cabalga solitario en su caballo plateado atravesando el desierto en busca de la princesa prisionera en el palacio del gigante, al otro lado del mar desconocido, ¿se acordará el príncipe de su desdichada madre abandonada por el rey, que está limpiando los establos con lágrimas en los ojos, mientras él cabalga por el desierto de Tepantar, según dice el cuento?. ¡Dímelo, MADRE!