OFERTA LUZ: 5 Cts/kWh

CASASECA DE LAS CHANAS: Casaseca de las Chanas, 1970...

Casaseca de las Chanas, 1970
Un documental de la televisión francesa grabado hace casi 43 años en el pueblo zamorano evidencia los mismos «males» del campo y la inquietud por la marcha de los jóvenes

12.01.2013 | 03:14
En busca de oportunidades. El coche de línea, el medio de transporte fundamental para desplazarse a la ciudad.
Fotos de la noticia
IRENE GÓMEZ
«Esta tierra que pisamos pertenece a Casaseca, podría ser mucho más rica porque todo era viñedo. Pero al venir la filoxera hubo que arrancar las cepas, mucha gente tuvo que marcharse a emigrar y los que nos hemos quedado, para que esto pueda ser productivo, estamos tratando de abrir pozos con el fin de dedicar toda esta zona al regadío porque el terreno es fértil». Corría el año 1970 y Casaseca de las Chanas, como todo el mundo rural aún instalado en los usos tradicionales, encaraba, no sin cierto desasosiego, la modernización del campo.

De aquellos vibrantes debates en la taberna, en la tierra o en las cocinas, fue testigo un equipo de la televisión escolar francesa que eligió este pueblo para mostrar a sus alumnos cómo era la vida de un campesino en un municipio del interior de la península; para la costa seleccionaron el asturiano de Cudillero.

Aníbal San Francisco, industrial y agricultor de Casaseca de las Chanas, fue el hilo conductor de este relato de la vida cotidiana contado por sus protagonistas. Por la cámara transita una pléyade de personajes con recelos y preocupaciones que, cuarenta años después, presentan llamativas similitudes. «Emigran porque quieren vivir mejor», argumenta el cura, don Nazario, cuando ve marchar el autobús con varios jóvenes estudiantes a bordo.

A lo largo de varios días, el equipo se asienta en este pequeño municipio de Tierra del Vino para retratar una sociedad que ya deja de mirar de reojo al progreso para afrontarlo, con sus dudas y sus miedos. La barra de la cantina, punto de encuentro de las «fuerzas vivas», era el más fiel reflejo de tales inquietudes. ¿Qué le preocupaba al hombre del campo?. Algo tan cercano como la rentabilidad de los cultivos en plena transición del secano al regadío, de las labores a mano a la mecanización. «Dice Aníbal que la remolacha no es rentable y yo no soy de su opinión» argumentaba el agricultor Ezequiel en un corro al que también se unieron el cura y el veterinario, don Eutiquio. «Este año, por ejemplo, las patatas no empezaron mal, subieron un poquito pero después descendieron del todo». Hoy suena la misma música. «A mi manera de entender esto tiene una dificultad, que es precisamente el problema del intermediario» terciaba el cura. «Como se dice castellanamente, que nos roban mucho» sentenciaba otro.

Lo que parecía indiscutible era la revolución que impusieron las máquinas, explicada con una sorprendente claridad por Aníbal San Francisco. «Para labrar media hectárea de tierra, un labrador se llevaba una jornada y sin embargo con un tractor ara dos hectáreas estando y todo en casa a las horas de comer».

De este retrato en blanco y negro sí ha cambiado la bulliciosa vida de un pueblo, con niños correteando por las calles, un joven pastor con una numerosa piara de ovejas, un concurrido y humeante bar o animosos corros de mujeres en torno al vendedor ambulante. Muchos jóvenes ya habían emigrado, pero Casaseca de las Chanas mantenía un dinamismo reflejado en este documental de 19 minutos que hoy los vecinos de este municipio de la Tierra del Vino conservan como oro en paño.

Los primeros tractores -aquellos Barreiros-, los sondeos, las cocinas de gas en sustitución de las de leña o la televisión, tan defendida por las nuevas generaciones como cuestionada ya en aquel momento por una preclara madre. «Es el traste que más desune a la familia, con ella no es posible hablar» lamenta en un singular debate con los chicos.

En la grabación caben también los emblemáticos gallineros hasta con 18.000 aves o la mecanización de la única industria que mantuvo la tradición vinícola de esta tierra; la de un incipiente Manuel Fariña que terminaría por ser el gran impulsor de los vinos de la zona. La película muestra los primeros pasos de un jovencísimo bodeguero que, recién acabados sus estudios, toma las riendas de una empresa en transición. «Hemos pasado de la elaboración en los lagares antiguos, vigas y cubas, a la moderna técnica en depósitos de cemento» cuenta a la cámara. Fariña recuerda la grabación y una posterior visita del equipo, años después, cuando ya la bodega estaba completamente modernizada; «entonces sí que notaron realmente el cambio» cuenta.

Porque la productora francesa se preocupó de mantener durante un tiempo el vínculo con este pueblo a través de una relación epistolar con la familia San Francisco, que les abrió sus puertas y sirvió como modelo de la sociedad rural que expusieron a los alumnos de español en escuelas francesas.

Los propios chavales firmaban algunas de las misivas y hasta planteaban cuestionarios «porque nos gustaría mucho saber lo que es el pueblo hoy», cuentan en una de sus cartas. ¿Qué es del señor Aníbal y su familia?, ¿qué ha venido a ser económicamente la fábrica de chocolate?, ¿están mecanizados los campesinos?, ¿existe todavía el pastoreo?.

Un ejemplar ejercicio didáctico con la mirada en el medio rural. Tan cercano y tan lejano muchas veces.