POZALDEZ: SOMBRAS DE AQUEL AYER DEL EMIGRANTE ...

SOMBRAS DE AQUEL AYER DEL EMIGRANTE
Aun no había amanecido, eran las tempranas horas de la madrugada, cuando los gallos empiezan a cantar dentro de sus gallineros,
En aquel pueblo tranquilo donde nunca pasaba nada importante, aquel día del mes de noviembre de 1951, la tranquilidad parecía romperse.
Un viejo Taxi Citroën 11, ligero, se presento en aquella vieja casa, donde le esperaban un matrimonio y sus tres hijos, para iniciar el viaje hacia lo desconocido.
Eran años de pobreza y escasez, por eso aquel matrimonio tomo la decisión de salir a buscar nueva forma de vivir, para ellos y sus hijos, que empezaban a saber lo que la vida en aquel pueblo les podía ofrecer.
Subieron todo su equipaje que era bastante sobre dicho Taxi, y comenzó el camino hacia lo desconocido.
No tardaron mucho en llegar hasta la estación de ferrocarril, de Pozaldez, donde el tren correo les conduciría hacia tierras de Vizcaya, donde un familiar cercano les había ofrecido su humilde vivienda para que empezaran a buscar trabajo y un hogar donde poderse sentir un poco más seguros.
Al iniciar su marcha la maquina del tren echaba un humo que dejaba sin visibilidad todo el anden, de aquella estación que siempre fue el destino de la emigración de aquella bonita comarca.
Aposentados sobre sus asientos de madera, vieron como iban dejando atrás aquellos lugares donde todos sus antepasados, tuvieron la dicha de poder vivir y trabajar en los campos de agricultura.
Los tres hijos de edades muy infantiles, miraban con la fuerza de esa niñez, que quiere saber todo lo que le rodea y además hacen preguntas constantemente, para indagar sobre cual era el motivo de aquel cambio de población escuela y paisaje, además de preguntar si verían a sus abuelos de nuevo en donde les llevaban.
Los campos ásperos de Castilla, relucían con la salida del sol, en la lejanía se veían pinares y alguna arboleda, que acompañaba a el cauce de algún río que regaba dichas tierras, pero que en aquel tiempo de otoño, solo daba bancos de niebla que eran bastante fríos. El tren correo apenas llevaba calefacción, y aquellas horas de la madrugada eran las más frías, su madre les envolvió en una manta de las que llaman camperas, y los tres niños empezaron a quedarse dormidos entre los pitidos y el trajinar de aquel lento tren.
Los padres se miraban entre la ilusión de su futuro, y el presente de no saber donde terminaría aquella aventura, que ya otros paisanos habían empezado hace siglos a correr, cuando no existía el ferrocarril, y sus viajes fueron camino de algún puerto para marcharse hacia América.
Fueron muchas horas de viaje, hasta poder llegar a la ciudad de Bilbao, donde sus parientes les esperaban con los brazos abiertos, y desde allí dirigirse a la población de Baracaldo, donde seria su residencia en los próximos días.
Todo parecía un camino nuevo y lluvioso, el chirimiri como dicen en Vascongadas,
se notaba sobre las hierbas de las cunetas que relucían con el frescor de la lluvia.
Las chimeneas de las fabricas vomitaban humos envueltos en llamas, que a los nuevos emigrantes les ponían los pelos de punta, pero que en aquellos momentos eran como una nueva distracción, la Ría del Nervión rodeada de grandes fabricas daba la sensación de ser un mundo nuevo, lleno de grandes sorpresas, los nuevos emigrantes se hicieron la cuenta, que aquella tierra no era el paraíso terrenal, pero si un lugar donde poder encontrar trabajo y dignidad, que era lo que en aquel momento faltaba en la tierra castellana, por eso aun esta presente aquellos penosos días de la emigración forzosa. y que tantas lagrimas dejo en su penoso camino. G X Cantalapiedra.