CUENCA DE CAMPOS: EL CEPO DE ANIMAS Y EL VIA-CRUCIS...

EL CEPO DE ANIMAS Y EL VIA-CRUCIS

A la salida para Villalón y al pie mismo de la carretera que a él conduce, se encuentra un vetusto torreón, pequeño trozo de la antigua muralla que circuía la villa. En su macizo existe diminuto local rectangular. En el lienzo frente a la puerta, cerrada por una verja de madera, se venera un crucifijo; En la parte interior de la cruz se ve un tarjetón borroso que representa a las Animas, y que apellida al pequeño santuario. A la derecha de la cruz se leen estos tremendos versos:

Viajero, no lo olvides,
Te espera la eternidad;
Una limosna aquí deja,
Que Dios te lo pagara.

Unas cuantas monedas de cobre esparcidas por el pavimento indican que el viajero no es sordo a la petición en favor de las Animas; y justifican el título de cepo que este lugar tiene.
En el exterior y sobre el dintel de la puerta se ostentan algunas calaveras y huesos humanos; y junto a éstos los versos siguientes;

Para alivio de mis penas
En este lugar me han puesto,
Suplico a las almas buenas
Limosna y un padre nuestro.

Se ha conservado a despecho de la destructota mano del tiempo este pequeño resto arqueológico y religioso lugar, gracias a la especial devoción de alguna de las personas que cerca del mismo habitan. Nunca ha faltado quien se encargue de la custodia y aseo de aquél; y de recoger las limosnas entregándolas a un sacerdote para que aplique sufragios por las ánimas benditas; y de encender por la noche una pobre lámpara, cuya temblorosa luz se difunde débilmente por el santuario y sus inmediaciones prestando a este lugar ese colorido fantástico, que tanto preocupa a las imaginaciones románticas y apasionadas.

EL VIA CRUCIS O CALVARIO

Da comienzo cerca del cepo de las Animas y termina al pie de la ermita se San Bernardino de Siena. Compónese de sencillas cruces de piedra; y fue colocado, en 1786, por D. Cayetano Francos Monroy, obispo de Guatemala.
Solamente un día en el año, el domingo de Pasión, visitan estas cruces los Hermanos de la B. O. T. de San Francisco. Con el rosario en la mano, la soga al cuello, la corona en la cabeza, y la cruz a cuestas salen procesiopnalmente de Santa María, a donde vuelven, después de haber acompañados de muchos fieles, visitado estas santas cruces con espíritu de fe y de compunción.
Del libro de Cuenca de Campos


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