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VALDENARROS: Ningún ruido debía alterar el silencio que moraba en...

Ningún ruido debía alterar el silencio que moraba en el enorme habitáculo. La calma tensa y las ansias de batalla que desesperaban a los soldados, era el contrapunto a la algarabía exterior. Allí, el gentío, ignorante de su tragedia, se retiraba sin prisas; portando su borrachera entre las sombras de la noche.

El momento se acercaba, y de ellos dependía la gloria. Odiseo ajustó el casco y aferró con fuerza la empuñadura de su espada. La trampilla de madera se abrió con avidez. Y el caballo de Troya, orgulloso de su destino, vomitó la victoria.

(Finalista del II certamen de microrrelatos de historia Francisco Gijón - 198 presentados y 13 finalistas - Enhorabuena a los dos ganadores)