SORIA: VIEJAS HISTORIAS SORIANAS...

VIEJAS HISTORIAS SORIANAS
Cuentan las viejas historias sorianas, que hace muchos años quizá mas de tres siglos, un hombre se había portado muy mal con la que fue su esposa, ya que la tuvo siempre de criada fregona, y encima la maltrataba dándole palos, ella era la que daba de comer a sus acémilas, lo mismo que a todo el ganado que tenían en su casa, como gallinas y cabras, el marido un machista de los grandes, la tenía machacada. En verano la llevaba con él para segar los cereales, y en invierno para recoger leña de sus pinos y enebros. Era una mujer esclava, con sus 55, años fallecía, y el machista se lamentaba de su marcha diciendo, te debieras haber esperado a que me muriera yo, ahora que voy a hacer, los hijos apenas tienen relación conmigo, y la casa me cae grande. maldeciré mi vida, seré como un apestado, las fincas cada día las labro peor, y las acémilas son viejas, mis años son cada día más lentos, y la soledad de la casa me coge encima, no tengo ganas de vivir así, los dos hijos y sus nueras, no querían ni acercarse a oír su problema, algún vecino a la luz del candil, le debió de dar algún consejo, pero el hombre se veía solo y desamparado, la vista la tenía un poco fastidiada, y su cuerpo no le respondía, era como se decía entonces un hombre sin salida. Una noche del mes de junio una tormenta con rayos y truenos se ha dueño del entorno de aquel pueblo soriano, y el hombre en su pequeña cocina esperaba que pasara aquella tormenta, más parece ser que se le presento en forma de fantasma su esposa, y el hombre temblaba los rayos le hacían ver todo de repente, y luego al quedarse con la luz del candil, le parecía que su esposa estaba allí con él, aquel hombre se desesperó, y subiendo al sobrado o cámara de su casa, con una soga de esparto, preparo su final, sintió lo mal que se había portado con su esposa, y quiso quitarse del medio, para terminar con sus achaques, y dejar de tomar el té de hocinos, que era amargo sin límite, este hombre quiso borrar todo el sufrimiento que a su esposa la causo, y en la noche se quedó bailando colgado de una viga del techo de su casa. Los vecinos avisaron a sus hijos para que le echaran un vistazo, su final no le cogió a nadie de nuevas, ya que todo el pueblo sabia aquel refrán que este hombre decía, de vez en cuando, “Si tu marido te pega no debes de protestar, te pega porque te quiere porque te quiere pegar”. G X Cantalapiedra.