Lo primero que apetece preguntar a Corín Tellado es dónde demonios se encuentra un hombre parecido a los 5.000 que ella ha inventado, uno por novela y por semana, si no más, en los últimos 50años, todos altos, guapos y genéticamente dotados con las virtudes que se suponen propias de la virilidad mejor entendida. A saber: fuerza, determinación, inteligencia, ambición, anchas espaldas, prometedora cuenta corriente y asombrosa facilidad para el amor eterno, una vez localizada la mujer adecuada y superadas las dificultades que empiezan en la primera página y se resuelven en la última.
Apetece preguntárselo y no con ironía, sino porque después de leer Te odio por ser de otro o Tu pasado me condena, cuesta no envidiar a las guapísimas heroínas, un poco desdichadas a veces, un poco malcriadas otras, generalmente desorientadas, pero siempre muy felices justo desde el último capítulo y hasta el final de sus días. El problema es quién se atreve a plantearle estas cuestiones a una Corín Tellado que tiene 74 años, y está acostumbrada a bregar desde los 17 con editores aprovechados, lectoras insaciables, periodistas condescendientes y colegas prepotentes. Una Corín Tellado que parece, en fin, muy poco dispuesta a contestar cualquier pregunta sospechosa de alimentar su encasillamiento: "Niña, los hombres así ya no existen. Muerto Onassis, como no se saque cada una las castañas del fuego...".
Apetece preguntárselo y no con ironía, sino porque después de leer Te odio por ser de otro o Tu pasado me condena, cuesta no envidiar a las guapísimas heroínas, un poco desdichadas a veces, un poco malcriadas otras, generalmente desorientadas, pero siempre muy felices justo desde el último capítulo y hasta el final de sus días. El problema es quién se atreve a plantearle estas cuestiones a una Corín Tellado que tiene 74 años, y está acostumbrada a bregar desde los 17 con editores aprovechados, lectoras insaciables, periodistas condescendientes y colegas prepotentes. Una Corín Tellado que parece, en fin, muy poco dispuesta a contestar cualquier pregunta sospechosa de alimentar su encasillamiento: "Niña, los hombres así ya no existen. Muerto Onassis, como no se saque cada una las castañas del fuego...".