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SORIA: Preparativos para el último sitio a Numancia...

Numancia
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Numancia
Datos Generales
Habitantes Pelendones o arévacos
Idioma Celtíbero
Desaparición siglo IV d. C.
Región Celtiberia
Administración
Correspondencia actual Garray, Soria, España
Numancia es el nombre de una desaparecida población celtíbera situada sobre el Cerro de la Muela, en Garray, a 7 km. al norte de la actual ciudad de Soria, España.

En el año 153 a. C. tiene el primer conflicto grave con Roma, al dejar entrar en la ciudad a unos fugitivos de la tribu de los bellos, procedentes de la ciudad de Segeda (actualmente sus restos están situados entre Mara y Belmonte de Gracián [Zaragoza]). Los numantinos, al mando de Caro de Segeda, consiguen derrotar a un ejército de 30.000 hombres mandados por el cónsul Quinto Fulvio Nobilior, pero hubo que lamentar que su jefe, Caro, muriera en la batalla.

Tras veinte años repeliendo los continuos e insistentes ataques romanos, en el año 133 a. C., el senado romano confiere a Publio Cornelio Escipión Emiliano El Africano Menor la labor de destruir Numancia, a la que finalmente pone sitio, levantando un cerco de 9 km. apoyado por torres, fosos, empalizadas, etc. Tras 13 meses de hambrunas, enfermedades y tras agotarse sus víveres, los numantinos deciden poner fin a su situación. Algunos de ellos se entregan en condición de esclavos al ejército de Publio Cornelio Escipión Emiliano, mientras que la gran mayoría de los numantinos decidieron suicidarse, prevaleciendo su condición de libertad frente a la esclavitud de Roma.

[editar] Origen y situación

Calle de la Numancia romana, con una de las domus del barrio sur. No está muy claro si era una ciudad que pertenecía al pueblo de los pelendones o de los arévacos. En este sentido, Plinio el Viejo afirma que es una ciudad pelendona, aunque otros autores, como Estrabón y Ptolomeo, la sitúan entre los arévacos. Las principales conjeturas respecto a esta cuestión radican en el origen histórico de la llegada de ambos pueblos al actual suelo español. Los arévacos vinieron a la península posteriormente a los pelendones y los desplazaron hasta el norte de Soria, no quedando claro cuál de ambos fue el auténtico precursor de la ciudad de Numancia.

La principal fuente de datos sobre la antigua vida en Numancia proviene de la arqueología, puesto que apenas subsisten restos escritos sobre la vida cotidiana de sus habitantes.

La ubicación geográfica de la ciudad celtíbera se sitúa en el Cerro de la Muela de Garray, un punto estratégico delimitado por las montañas del Sistema Ibérico, desde el Pico de Urbión hasta el Moncayo, y rodeado por los fosos del río Duero y su afluente, el río Merdancho. Su superficie pudo haber llegado a las ocho hectáreas.

Su primera ocupación data del Calcolítico, a comienzos de la Edad del Bronce, (entre el 1800 a. C.-1700 a. C.). Perduraría un asentamiento de la cultura castreña de la Edad del Hierro hasta el siglo IV a. C.

Tras ser arrasada por Roma, la ciudad no estuvo mucho tiempo sin ser ocupada, encontrándose restos de poblamiento pertenecientes al siglo I a. C. Esta época se caracteriza por un urbanismo bastante regular, aunque sin grandes edificios públicos. En el siglo III comienza su decadencia (aunque se han encontrado restos romanos del siglo IV).

Estructura de Numancia
El profesor de la Universidad Complutense de Madrid y director del equipo arqueológico que actualmente trabaja en Numancia, Alfredo Jimeno, la describe así:

La amplia superficie excavada (unas seis hectáreas) aporta pocas referencias de la ciudad más antigua (destruida en el 133 a. C. por Escipión Emiliano, ofreciendo una mejor información de la ciudad celtíbera del siglo I a. C. y de la romana imperial, que presentan una ordenación en retícula irregular, sin dejar espacios libres o plazas.

Alfredo Jimeno. Revista de Historia de Iberia vieja, número 6. 2005
Empedradas con cantos rodados, las calles se orientaban en dirección este-oeste para protegerse del frío. Cuando llovía, los desagües de las casas vertían el agua y el lodo a la misma calle. La presencia del río Duero implicaba zonas encharcadas en el territorio.

Las casas se agrupaban en manzanas y se alineaban aquellas más cercanas a la muralla. Las casas, de unos 50 m², tenían tres habitaciones. Los primeros hogares célticos fueron de dos estancias, y con el tiempo se añadió la tercera, frente a la casa y con la puerta cerrada. En la habitación principal, los numantinos comían, dormían y amaban; empleaban otro cuarto como despensa y un tercero como vestíbulo y entrada.

Reconstrucción de una vivienda celtibérica en Numancia. Los hogares eran de piedra, aunque había elementos de madera, adobe, barro y paja; la techumbre quedaba constituida por trendazos de centeno. Los numantinos recubrían el suelo con tierra apisonada para caldear el ambiente. Las casas eran cálidas y acogedoras.

En cuanto a los alimentos, la carne se alternaba con los cereales, frutos secos y legumbres. También había vino con miel y la famosa cerveza llamada caelia, hecha de trigo fermentado.

Un elemento interesante era la presencia de corrales rectangulares, anejos a las casas. Era costumbre de los habitantes bañarse en su propia orina, pese a ser cuidadosos y limpios en su manera de vivir, según Diodoro Sículo y Estrabón.

Una muralla reforzada por varios torreones, con cuatro puertas de entrada y salida, defendía a sus habitantes, que podían vivir de modo permanente en un número de 2.000.

Conquista y asedio de Numancia
El sometimiento de los pueblos de la península al Imperio romano tenía sus excepciones. Pueblos como los arévacos, vacceos, tittos, bellos o lusitanos opusieron una heroica resistencia en una fase intermedia de la conquista, y ciudades como Numancia y Termancia (Tiermes) llegaron a mandar a Roma embajadas para tratar con el Senado romano.

El cónsul Quinto Cecilio Metelo Macedónico, que había conquistado y sometido gran parte de la península, ocupó gran parte de las ciudades de los arévacos, vacceos y pelendones, pero se le resistieron Numancia y Termancia. Fue sustituido por Quinto Pompeyo Aulo, quien llegó celoso de la gloria de Servilio Cepión por poner término a la insurrección acaudillada por Viriato. Pero fracasó rotundamente al intentar someter a las dos ciudades celtíberas.

El año 153 a. C., los habitantes de Segeda, capital de los Belos, cuyo nombre en celtíbero era Sekaiza, dilataba el envío de soldados para servir en el ejército romano, se negaba a pagar impuestos al tiempo que ampliaba las fortificaciones, iniciando la construcción de una nueva muralla. El Senado mandó al cónsul Fulvio Nobilior con un numeroso ejército de 30.000 soldados; el hecho de que se empleara un contingente tan grande hace pensar que se buscaba un objetivo más importante que el de castigar a la pequeña ciudad. La llegada de este gran ejército obligó a los segedenses a abandonar sus casas y sus pertenencias y a refugiarse en territorio de los arévacos, a los que pidieron que mediaran en el conflicto, lo cual no dio ningún resultado. Así, los arévacos se aliaron con los segedenses y, con el caudillo segedense Caro como jefe, se enfrentaron a las tropas romanas, derrotándolas y ocasionando más de 6.000 bajas entre los romanos, pero también la muerte del mismo Caro.

En aquel entonces, Numancia contaba con una sólida muralla de protección y con un ejército de unos 20.000 soldados a pie y 5.000 jinetes, cifra que fue descendiendo a medida que las Guerras Celtíberas avanzaban (8.000 en el 143 a. C. y 4.000 en el 137 a. C.), debido a que Roma fue controlando más territorios y, por tanto, existían menos posibilidades de reclutar defensores en las regiones contiguas. Fulvio Nobilior empezó entonces el asedio a la ciudad, para lo que levantó un campamento. Al poco el rey númida Masinisa, aliado de Roma, le envió refuerzos, entre los que destacaban 10 elefantes, lo que hizo que Nobilior iniciara el ataque a la ciudad.

Primera batalla de Numancia
Parecía que los elefantes iban a ser una fuerza determinante, ya que los numantinos no los habían visto antes y mostraban pánico, pero la caída de una enorme piedra hirió a uno de los elefantes, que enloqueció y cargó contra los atacantes romanos. El desorden que se generó fue tal que los celtíberos aprovecharon la ocasión para atacar a los sitiadores y matar a unos 4.000 romanos.

Fulvio Nobilior no quiso intentar nada más e invernó en su campamento con escasez de víveres y recibiendo continuos asaltos de los numantinos.

Al año siguiente 152 a. C., fue nombrado cónsul Claudio Marcelo, con el que los celtíberos lograron un acuerdo de pacificación que incluía el pago de un impuesto de guerra, acuerdo que no fue aceptado por el Senado romano. Tras esta negativa, los numantinos -viendo el talante conciliador del cónsul romano- llegaron a un acuerdo de paz a cambio de una gran cantidad de dinero, que se mantuvo en la Celtiberia hasta el 143 a. C.. En este año, tras varias victorias del lusitano Viriato sobre los romanos y el considerable aumento de la tensión entre romanos y celtíberos, éstos se levantaron de nuevo en armas. La rebelión se consideró muy grave en Roma, por lo que se decidió enviar un fuerte ejército de más de 30.000 soldados al mando del cónsul Cecilio Metelo, y además se solicitaron las fuerzas de un honorable soldado de la guardia pretoriana que había demostrado sus dotes luchando contra las aldeas celtas, llevó consigo 1500 pretorianos veteranos los cuales hicieron historia en batallas como la de Numancia. Laureado que venía de combatir en Macedonia, Metelo estuvo en Hispania dos años y mostró un talante moderado, lo que llevó a los numantinos a negociar una paz que, a cambio de rehenes, ropa, caballos y armas, les convertiría en amigos y aliados de Roma. Sin embargo, el día en que debía ratificarse el acuerdo se negaron a entregar las armas. La ruptura del pacto enfadó enormemente a Roma, que consideró que la osadía de este pequeño reducto en los límites occidentales del Imperio no podía ni debía ser tolerada, ya que se había convertido en una prueba para el prestigio militar romano.

La reanudación de la guerra
El 141 a. C. se nombro cónsul a Quinto Pompeyo Aulo, rival político de Metelo, que no destacó precisamente por su labor militar, ya que tras un año de campaña lo único que había conseguido era estrellarse contra las murallas de Numancia y Termancia. Popilio Laenas, el nuevo cónsul, atacó en 139 a. C. Numancia, pero tras ser derrotado decidió saquear los campos de cereales de los vacceos para justificar su actividad militar. La ineptitud militar llegó a su punto más alto con Cayo Hostilio Mancino en el 138 a. C., quien atacó a Numancia con más de 20.000 hombres, y al retirarse fue rodeado por los numantinos, menos de 4.000, y tuvo que capitular para salvar su vida y la de los soldados. Los numantinos se limitaron a desarmar al ejército romano a cambio de la paz. Fue llamado a Roma con los embajadores numantinos que, como nación bárbara, acampaban a las afueras de la ciudad.

Como castigo, fue humillado por los propios romanos ante las murallas numantinas siendo ofrecido a los numantinos para que hicieran con él lo que quisieran: lo dejaron desnudo con las manos atadas a la espalda, en una ceremonia increíble teniendo en cuenta la enorme desigualdad de fuerzas entre ambos ejércitos. La suerte corrida por Mancino hizo que los siguientes tres cónsules romanos, Marco Emilio Lépido Porcina 137 a. C., Lucio Furio Filón 136 a. C. y Quinto Calpurnio Pisón 135 a. C., no se atrevieran a atacar Numancia.

Estos 18 años de lucha con concesiones y dilaciones contribuyeron a que quedara finalmente como uno de los baluartes hostiles a Roma.

Preparativos para el último sitio a Numancia

El Senado Romano, decide mandar a Escipión el Africano Menor para sitiar Numancia definitivamente. Este cúmulo de humillaciones dio lugar a que Roma enviara, en el año 134 a. C., a su mejor soldado, Publio Cornelio Escipión Emiliano, apodado entonces el Africano Menor y nieto adoptivo del vencedor de Cartago, Publio Cornelio Escipión el Africano. La primera dificultad que se ofreció en Roma para designar a Escipión como jefe del ejército sitiador de Numancia, escribe Mélida, fue que no tenía el tiempo prescrito para el consulado, por lo que tuvieron que cambiar el calendario y que los tribunos volviesen a derogar la ley en cuanto al tiempo, como habían hecho en la guerra de Cartago, y quedase en vigor para el año siguiente. El prestigio de tal general incitó a multitud de romanos a alistarse a sus órdenes, pero no lo consintió el Senado, pues Roma andaba empeñada en otras guerras.

Escipión marchó a la Península con 4.000 voluntarios, tropas mercenarias de otras ciudades y de otros reyes, escribe Apiano, que voluntariamente se le ofrecieron por conveniencia propia. Además, con personas escogidas y fieles formó la llamada "cohorte de los amigos". Pidió dinero; negóselo el Senado, consignándole sólo ciertas rentas a la sazón no vencidas y, según Plutarco, contestó Escipión que "le bastaba el suyo y el de sus amigos". Tal fue el esfuerzo personal con que aquel experimentado soldado se aprestó a la empresa.

Numancia de Alejo Vera y Estaca. Escipión comenzó, al llegar a la península, por someter al ejército allí desplegado a un durísimo entrenamiento. Dice Apiano que desterró a todos los mercaderes, rameras, adivinos y agoreros, a quienes los soldados consternados en tantos infortunios daban demasiado crédito; expulsó a los criados, vendió carros, equipajes y acémilas, conservando las puramente necesarias; prohibió ir en bestia en las marchas. Poco después llegaba a su campamento el rey númida Yugurta con 15.000 hombres. Cuando tuvo moralizado a su ejército, sumiso y hecho al trabajo y a la fatiga, trasladó su campo cerca de Numancia, cuidando de no dividir sus fuerzas, como hicieron otros, ni de batirse sin antes explorar.

-Es un disparate -decía- aventurarse por cosas leves. Es imprudente el capitán que entra en acción sin necesidad, así como aquel otro es excelente que se arriesga cuando lo pide el caso: así es que los médicos no usan sajaduras ni cauterios antes de las medicinas.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
El último ataque

Imagen de Escipión el Africano Menor. En octubre del 134 a. C., Escipión tomó posiciones enfrente de Numancia a la que no dio opción de pelear. Cauto y sagaz, Escipión concibió el plan de guerra de reducir, cercar y sitiar a los numantinos, hasta que faltos de fuerza se rindieran. Así, para quitarles apoyo y favor de otros pueblos, se dirigió primeramente contra los vácceos a quienes los numantinos compraban víveres, arrasó sus campos, recogió lo que pudo para la manutención de ... (ver texto completo)