Buenos días Deza: Esta fresca mañana del mes de diciembre, en la que la Dirección General de Tráfico nos avisa del mal tiempo en 14 Comunidades Autonómicas, por vientos, lluvias y nieves, nosotros tenemos la suerte de poder contemplar esta bonita y veraniega ventana, de nuestro pueblo, olvidando por unos momentos los rigores actuales. Y ya que hablo de ventanas os voy a contar una historia verdadera que pasaba habitualmente. En aquellos tiempos, hablo de más de sesenta años, las mujeres ponían la leche hervida en las ventanas para que no se echara a perder pues no había ni una sola nevera y el fresco la preservaba hasta la mañana siguiente. En esto, que éramos una cuadrilla de amigos que teníamos la ocurrencia de vigilar a ciertas amas y con una pajita de centeno, bebernos la leche expuesta. ¡Qué chasco que se llevarían las buenas mujeres al comprobar la gamberrada...! Alguna, sin embargo, supo la manera de darnos una lección magistral para que olvidáramos nuestra mala accción, para siempre jamás. Y fue que una de ellas nos puso el recipiente con agua de las tripas de rellenar los chorizos que queda de color blanquecino. Fuimos unos pardillos pues uno de nosotros se pegó tan buen trago que a poco revienta y esto nos sirvió de escarmiento. Se acabó para siempre la función... Buenos días Deza y un abrazo.
