BLACOS: El sultán de Valverde. Cristóbal, una sonrisa amiga...

El sultán de Valverde. Cristóbal, una sonrisa amiga

El frío se clavaba como puñales en nuestros cuerpos estremecidos por la angustia y el dolor de una pérdida. Unos puñales curvados y brillantes en los que se reflejaba tu perfil de sultán de la morería andaluza, allí donde reside lo más hondo de tus raíces genealógicas, ya algo adulteradas por las austeridad de la meseta castellana. El resultado era una mezcla de simpatía personal y de donaire de nobleza del sur, que nos cautivaba a todos los que teníamos la suerte de disfrutarla.
Hacía un tiempo que la cumbre de la vida se perfilaba de manera tenue entre las cimas del dolor. De repente el camino se tornó empinado y pedregoso, con muchas dificultades para transitarlos con la esperanza de subir cada día un peldaño más en esa escalada llena de riesgos y sembrada de incertidumbres. Me consta que te aplicaste a la tarea con empeño y con ilusión, aunque en cada escalón necesitaras cada vez un descanso mayor o un empujón más fuerte para mantener la vista levantada y contemplar esa cima cada vez más oscura, Y esa fuerza que te empujaba provenía siempre de las manos de una mujer abnegada y sufridora, que está acostumbradas a luchar y que no sabe rendirse aunque la vida se empeñe en plantarle cada día una batalla nueva, cada día una lucha más difícil. Detrás, notando su aliento en tu nuca, siempre estaba Elvira, porque ella sabe siempre donde debe estar y conoce siempre el momento justo para coger impulso y no dejarte caer. También, lo sé, ha habido otras muchas manos y otros muchos hombros que te han empujado y te han ofrecido su apoyo para que nunca te sintieras sólo en esos trances en los que a veces sólo se busca la soledad. Y un poco más allá, pero tan cerca que se podía tocar, todos tus amigos pendientes de poner las cuerdas que fueran necesarias para seguir la escalada hasta esa cumbre que cada vez parecía más cerca, cuando en realidad se alejaba con obstinación, con tanta obstinación que se acabó perdiendo en una nube de tristeza, agonía y el más absoluto de los desamparos.
Y ante la ausencia cobran fuerza los recuerdos, como una manera de mantenerte vivo en nuestros corazones. De repente mi memoria fotografiaba con total nitidez esos números que parecían verse a través de una lupa en el salpicadero de tu Citröen rojo. Era el cuentakilómetros de una noche cualquiera que siempre sabíamos cuando empezaba, pero nunca cuando terminaba. Disfrutábamos como el primer día aunque lo hiciéramos todos los días. Tu siempre discreto y de perfil, con ese perfil de sultán andaluz, y con ese acento comprado a orillas del Guadalquivir. Eran noches eternas que se grabaron en nuestra memoria, como se grabaron en la tuya cada uno de los miles de kilómetros que recorriste por las carreteras del mundo. En tu GPS particular podías encontrar un hostal en la autopista de Milán o un bar de mala muerte de las cercanías de Mónaco. Sólo había que preguntar, y tú extendías el mapa virtual encima de la mesa. Y esto es una enorme ventaja porque ahora que circulas por parajes desconocidos te va a venir bien ese GPS. Aunque más importante que el de los mapas va a ser el GPS del alma, el que permite siempre saber el lugar exacto en el que están los amigos de verdad. Con nosotros juegas con ventaja, porque ya sabes dónde encontrarnos, en las cercanías de Valverde, lo llevas grabado en tu apellido amigo Cristóbal.