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BLACOS: Una de las mayores riquezas de Blacos es el sol que...

Una de las mayores riquezas de Blacos es el sol que luce plenamente muy a menudo, incluso en invierno con el cielo azul pleno. Podiamos tomarlo plácidamente, de forma resguardada, en el mítico rincón del Tío Melquiades mientras charlabamos, cotilleabamos o simplemente escuchabamos el siliencio o el sonido de la pelota chocando contra el frontón. Otro lugar donde no corría nada de viento es sentados en el madero de detrás de casa de la Luisa, lugar poblado hasta puesto y bien puesto este donde podias tomar algo para beber o picar. Remontándonos más tarde en el tiempo recuerdo las mesitas de mimbre del bar, camino de la fuente negrilla, donde tomé mi primer Kas de naranja, cuando la botella tenía forma semejante a la de la coca-cola original. Se puede tomar en el patio, sentados o de pié sobre el murete y de paso controlas quién o qué camina por las carreras. Ideal tomarlo tumbado en medio de la era, cuando apretaba mucho siempre había algún remolque bajo el que tomar la sombra. Infinitos lugares desde los que disfrutar de esta estrella esencial para la vida en el Planeta. Bonitas las puestas de sol junto a la montaña del Santo.
Tengo que admitir que nunca he visto amanecer en mi pueblo, asignatura pendiente. Cuando llega la primavera llegan las margaritas a la era, ahora con la sequía no se como andará esto. No obstante, en mi infancia la hierba estaba verde y eran muy bienvenidas para ensartar hermosos collares con hilo y aguja. Otras flores muy cotizadas eran las campanillas de los prados, pequeñitas y amarillas, con olorcillo exquisito. Y que decir de los lirios de la Dehesa, en color violeta y blanco, me traiciona la memoria y me viene a la cabeza también el color naranja, muy útiles para la decoración. Recuerdo los inmensos campos de amapolas, los juncos del río avión y la flor alargada marrón de pelusilla que quedaba genial en los jarrones grandes. Voy a mencionar la manzanilla y el té de roca, las flores amarillas de malas hierbas, las mielgas y los ababoles apreciados por las ovejas. Los miembres con los que algunos hacian cestos...
Y por último voy a recordar un secreto que algunas/algunos recordareis, las pequeñitas tortitas verdes que se podían comer, segun la tradicción, como ocurría con los escaramujos. Para finalizar nombrar las ricas moras al otro lado del río Milanos, para acceder había que cruzar las pasaderas lo que suponía gran intriga a ciertas edades... y quién no se ha dado un remojón en esta azaña.