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SANTIUSTE DE SAN JUAN BAUTISTA: En el programa también aparece el siguiente texto:...

En el programa también aparece el siguiente texto:

UN ALTO EN EL TRABAJO

Un año más, Santiuste, el pueblo segoviano modelo de laboriosidad y esmero en el cultivo de sus campos pródigos, se dispone a honrar, con diferentes fiestas religiosas y profanas, a su Santo y amado Patrón San Juan Bautista.
Son estos festejos tradicionales de rancio abolengo español y castellano, el más bello motivo de esparcimiento y solaz para los nobles corazones lugareños, que todo un año pusieron su esfuerzo, su ilusión y su esperanza en la floración de aquella bendita semilla que con cuidado maternal dejaron, allá en el otoño, en el tibio y mullido regazo de los surcos.
Villa esencialmente agrícola, tiene en sus Santos protectores una fe ciega y una devoción sin límites, y a ellos entrega su corazón sin regateos ni artificios. De su bendito San Isidro, de su Virgencita del Carmelo y de su glorioso San Juan Bautista lo esperan todo. A este último, que es el titular de su parroquia, le ofrendan la fiesta principal, la grande, la que, por dedicarle más tiempo y celebrarla sin tan agobiantes preocupaciones, trasladaron desde el año anterior de su Natividad, el 24 de Junio, al 29 de Agosto, efemérides del luctuoso episodio de la decapitación del glorioso Precursor, por la venganza de la pérfida Herodías, valiéndose de su hija Salomé, bailando delante del cobarde Herodes Antipas.
Varios días de esparcimiento, en los que se derrochan la devoción más acendrada, la caridad más sublime y la hospitalaria y más extremada generosidad, ya que cada vecino de este simpático pueblo pinariego, es en estos días un cazador de convidados, dispuesto a hacer de su yantar “la mesa de San Francisco…”
Un alto en el trabajo cotidiano. Unos días en que la actividad campera descansa y las grandes planadas, formadas por las eras y majuelos que, semejantes a inmensa diadema de oro y esmeralda, ciñen el caserío, parecen sumergidas en un dulce sopor de soledad y olvido, mientras que por sus calles, sus plazas y centros de diversión se desborda la más sana alegría, la satisfacción más honda y sentida, como homenaje a lo divino y lo humano, tan al compás en el ambiente de estas regocijantes fiestas tradicionales.
Y es que, cuando la fe y la devoción de estos sencillos labriegos se hermana, se une en estrecho abrazo con el trabajo santo y honrado, el alma se ennoblece, se eleva, y al desbordarse la alegría de estos días en sus pechos generosos, su corazón se siente más grande, más optimista, más comunicativo y dichoso…. Más cerca de Dios, por el amor a sus ídolos celestes, que desde el trono de su templo parroquial velaron sus horas de ajetreo y guardaron el tesoro de sus campos…

Lucía CALLE DE CASADO