POVEDA DE LAS CINTAS: Acertadamente dices amigo Lupi, soy Adrián: el mayor...

Acertadamente dices amigo Lupi, soy Adrián: el mayor del más chico de los
mingos, que así les llaman de apodo por esas tierras nuestras. Segadores de provecho todos ellos de mies ajena por la soldada y mantenidos, y en ocasiones, un carro de garrobaza para la lumbre.
Cuando nos llegaron al pueblo los adelantos, cambiaron los dediles y las hoces por paletas y otros artes, y con mas penas que gloria dejaron lo querido, y se fueron a vivirla, a ganarse el pan que nos comimos a tierra extraña, donde no encontraron nunca el alivio del olvido. Y en esas mismas tierras, o en otras, soñando con trigales o con que afilan las hoces, se rindieron a la lucha algunos, y otros aun viven. Mi padre, a veces sueña que escarda, y se despierta cansado con los brazos doloridos por el esfuerzo, que no son edades para escardar ni de día ni de noche después de una vida de sacrificio. A mí ya me pasa también a veces, que sueño que recojo remolacha por un jornal de veinte duros y me despierta el desamparo porque no acierto a embocar ninguna en el remolque.
A tu familia la conocí muy bien: fuimos muchos años vecinos de trasera a una calleja de doce pasos, calleja que después se haría medio famosa por causa de un tejado multicolor y unas traseras de corredera que le pusimos en la tenada a Anastasio Pinto padre, y del que estoy seguro que te acuerdas, ya que vivió en Poveda sus días de carretero grande. De lo que a lo mejor no te acuerdas y Fermín tampoco, o por lo menos no lo cuenta en un artículo muy bonito que escribió para nosotros en este foro, donde contaba como vivimos antes la fiesta de los gallos, artículo, que después le copiarían letra por letra para una pagina web oficial del ayuntamiento de Cantalpino: de que improvisaba el tío Anastasio fiesta taurina el día de quintos y otras fiestas con unas angarillas de madera simulando una vaquilla o toro grande, dependiendo del arrojo del torero de turno. Pero no me hagas mucho caso, estoy en esa edad de calma en la que unas veces queriendo y otras sin querer, confundo lo soñado con lo vivido y emparcho los recuerdos como mejor me parece.
Vecino a esta calleja lo fue también Artemio Rodero, y de él te acordarás aun mejor: ya que aparcaba el chirrio (que hermosa palabra chirrio) justo a la ventana de la despensa donde guardaba las viandas la señora Encarna, tu madre. Tenia Artemio además de chirrio: huerto florido en la carrevilla de eras milimétricas donde crecían sin prisa los productos de la tierra. Huerto de noria, de frutal en el rodete, y de caseta con clavos en las paredes donde colgaba Artemio a la sombra el fardel de la merienda, la collera y otros aperos de riego. Allí, en la misma zona, también lo tuvo entre otros Numeriano Gallego y un tal Gudino que no he llegado a conocer nunca. Se llegaba a estos huertos unas veces en burro y otras andando por el cordel que une el pueblo con la finca de Riolobos y, nunca le faltaron transeúntes al camino aquel. Siendo yo mozuelo por ese mismo camino, vi correr desbocado una mañana de verano a un mulo brutal y necio que tuvo Bienvenido, y al que solo Silvio medio entendía cuando lo enganchaba a una tartana que tenían con ruedas de goma y capota de hule, donde le traían a la señora Mónica las cosas de vender para el comercio. No sé si sería la aparentemente caprichosa decisión del mulo de pararse en esos huertos, o el posterior destrozo que hizo en uno de ellos lo que me inspiro de aquella una coplilla que aquí te canto.

El mulo de Bienvenido
se escapó a la carrevilla
y en la huerta de Gudino
ha preparado una trilla.
Artemio estaba regando
a dos pasos del siniestro
y dice que no lo ha visto
hasta que no ladró el perro.
Con la mano por visera
mira al huerto de Gudino
¡mecagüen to los demonios,
si es el macho Bienvenido!
De la puerta la caseta
ha cogido una maroma
y le va diciendo al mulo
¡ay coñiou como te coja!
Los que aún nos acordamos de Artemio, sabemos de sobra de aquel particular deje que tenia, muy parecido al de Demetrio Cestero pero diferente, cuando decía aquello de: ¡coñiou!
El tercer vecino por orden en la calleja lo fue Lucio, que llegó a Poveda con los gallegos de la siega, le quiso la Modesta, se casó con ella, y compro el molino a Casimiro para quedarse a molernos. El que fue ultimo molinero que necesito el pueblo hoy la vive en Villoria, y allí le veo de vez en cuando si voy a visitar a la familia que allí tengo: el padre y dos hermanas de Teresa una muchacha de Villoria (muchacha de aquella, hoy señora grande) con la que comparto vida, y resultó ser sobrina de Terenciano el marido de la Flora costurera de Poveda de toda la vida, padres ellos de Claudino, que por ahí anda también por esos mundos de dios.
Completan la estampa del recuerdo que yo tengo de la calleja chica, el señor Ulpiano (tu padre) en una esquina a la solana, y yo en la otra jugando a guerras de niño o al túnel del tiempo.
Se me ha ido un poco la mano, ¿qué? Espero no haberte aburrido. Lo dejo por hoy, quizá siga otro día hablando de cosas nuestras. Y si la premura del momento me llevó a yerro al decir... humildemente te pido disculpas, ya te conté que hablo en recuerdo inmemorial, y la memoria a veces..., no tenemos los povedanos mas historia que los recuerdos, y alguno tiene que contarla. Amigo Lupi que pases buen lunes, un abrazo y hasta pronto.
Adrian Yenes


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