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LAGUNILLA: He pasado a un estado de máximo cansancio. Ahora apenas...

He pasado a un estado de máximo cansancio. Ahora apenas me quedan ganas de ponerme en el ordenador entre semana y, con ánimo de seguiros en activo, lo abordo en los domingos con algo más de tiempo e ilusión. Ha empezado la campaña de Navidad y tanta presión laboral me deja para el arrastre (no valgo una perra gorda). Ya en las navidades del año pasado me despedí de vosotros por unos días y, aún y todo, no dejé de romper mi descanso para daros un empuje de vez en cuando. Hoy me voy a estirar un poquito con vosotros, por lo que os agradezco vuestra tolerancia y paciencia; no es mucho para mí agradeceros esas intervenciones que han explotado de entusiasmo el foro, esas valientes apariciones de foreros nuevos; cargados de información y de fotos han dado un empujón digno al esfuerzo de los más obstinados en el mantenimiento activo de nuestro foro; recompensa que todos nos merecemos disfrutar y que ¡ojalá! cada vez seamos muchos más los que nos encontramos en este cachito de pueblo.

Ahí, en la foto que he seleccionado, tenemos aquella fuente de la que estos días hablamos. Yo, cada vez que he pensado en ella, me acordaba de mi sobrino Tomás; cuando cierto año (1965) recorríamos cogidos de la mano el regreso de la escuela (entonces se daban las clases en un apartado de la parte baja del ayuntamiento). Ya habíamos recorrido casi todo el solar que se ve frente a la fontana, muy cerca de la casa de “Chago” se tomaba el acceso a la casa de mis padres en Salas Pombo; es todavía esa boca calle estrecha el icono de tantos recuerdos… La de veces que la habré pasado para el colegio, las travesuras en el corral concejo y, alguna de las últimas, hacia el calabozo municipal improvisado en una casucha con ventana enrejada a lo que hoy es la Plaza de Salamanca y, antaño, un terraplén descampado, rodeado de casillas para el ganado y otros menesteres privados. A mí me cita más el ganado. Lo digo porque, en aquella pretérita aventura que os quiero contar, siempre aparecen dos niños amedrentados por una vaquilla que brama y los mira acechante. Somos, como habréis imaginado, un servidor y el sobrino los que fuimos agredidos por un fantasma bobino. No lo vimos venir pero nos vino. Teníamos la mirada cobarde, enfocada a otro destino; pero se desprendió de mi mano el tacto del sobrino y arranque llorando cuando no pude ver donde se había metido. La vaquilla no estaba y tampoco ningún niño. Un pilón con mucha gente frente al ayuntamiento. Me engañaban las lágrimas al ver de cerca a mi sobrino. Parece que fue a parar al agua y, sin saber cómo; cómo pudo volver desde donde ya estábamos a tan alejado trecho sin ser envestido. La gente lo reanimaba mientras yo… nunca sabré de cierto cómo hubo sucedido.

Otro día más.

Con mis saludos para todos los foreros.


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