UN DÍA ENTRE GENTE MARAVILLOSA (quinta entrega)
La carretera del pueblo ya presentaba nuevas desviaciones, tramos de un ensanchamiento espectacular; algunos espacios rodábamos con una rueda sobre antiguo asfaltado y otras invadían la arenisca de lo que ya formaba esa nueva vía pero aún sin el engrudo propio de nuestras carreteras. Alquitrán como el que se veía en algunas de las curvas desechadas para salvar algún castaño o roble centenario. Se apreciaba un cierto desplazamiento de las paredes pétreas que antaño lindaban la ruta.
Cuando entramos con mi coche hasta la mismísima puerta para descargar a penas transitaba vecinos por la calle, si acaso, solitarias almas conocidas mostraban con su presencia la ubicación de los poyos más frescos, aquellos en los que ya les alcanzaba la sombra; eran mis vecinos desperezándose y disimulando el aburrimiento cotidiano hasta la hora de comer. No dudé en buscar una sombra a mi vehículo rayando casi la pared de la calle que enfrenta el palacio y recoger los retrovisores para eludir daños. Por fin ¡Ya estoy aquí! –me dije para mis adentros lamentando esas horas perdidas e infligidas por la voluntad de mis anfitriones.
La carretera del pueblo ya presentaba nuevas desviaciones, tramos de un ensanchamiento espectacular; algunos espacios rodábamos con una rueda sobre antiguo asfaltado y otras invadían la arenisca de lo que ya formaba esa nueva vía pero aún sin el engrudo propio de nuestras carreteras. Alquitrán como el que se veía en algunas de las curvas desechadas para salvar algún castaño o roble centenario. Se apreciaba un cierto desplazamiento de las paredes pétreas que antaño lindaban la ruta.
Cuando entramos con mi coche hasta la mismísima puerta para descargar a penas transitaba vecinos por la calle, si acaso, solitarias almas conocidas mostraban con su presencia la ubicación de los poyos más frescos, aquellos en los que ya les alcanzaba la sombra; eran mis vecinos desperezándose y disimulando el aburrimiento cotidiano hasta la hora de comer. No dudé en buscar una sombra a mi vehículo rayando casi la pared de la calle que enfrenta el palacio y recoger los retrovisores para eludir daños. Por fin ¡Ya estoy aquí! –me dije para mis adentros lamentando esas horas perdidas e infligidas por la voluntad de mis anfitriones.
