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MENESES DE CAMPOS: Las hoces u hocinos eran la herramienta del segador,...

Las hoces u hocinos eran la herramienta del segador, personaje habitual en los campos de Castilla y de Tierra de Ca, mpos en otros tiempos no muy lejanos a los nuestros y anteriores a la mecanización de las tareas agrícolas.

Ayer celebrábamos la fiesta de Santiago, y a todos seguro que nos viene a la memoria el camino o, mejor dicho, los caminos que conducen a Compostela, por eso hoy vamos a recordar a algunas de las gentes que por sus caminos llegaron hasta Tierra de Campos, y hasta nuestro pueblo, no atraídos por la devoción al apóstol, que la tendrían, si no por la necesidad de ganarse el pan y llevar unos reales para hacer más llevadero el año. Estas migraciones de segadores, de carácter estacional o “golondrina”, se dieron durante siglos y se mantuvieron hasta bien entrado el siglo XX. No era moco de pavo el número de segadores gallegos que bajaban a Castilla en la época de la siega, un informe de 1767 da la cifra de 25.000 segadores, y la obra Descripción del Reino de Galicia para 1775 cifra en unos 40.000 los segadores que bajan a Castilla. La mayor parte de estos segadores procedían de las comarcas interiores de Lugo y Orense. A comienzos del siglo XX, La Voz de Galicia, en su edición del 4 de junio de 1904, publicaba una noticia en la que dejaba constancia de que “ya ha comenzado la expedición de segadores gallegos a Castilla. En sólo cuatro días ya salieron 3.000, van a trabajar en faenas de siega y recolección”.

Por lo general los segadores que bajan a Castilla o hasta Extremadura nunca van solos, se asocian en grupo, cuadrillas, y van y vuelven juntos. Por lo general un segador con experiencia, por haber bajado más veces hacia Castilla, y conocer los pueblos donde poder encontrar tajo en el que trabajar, es elegido mayoral o encargado del grupo o cuadrilla, la cual se comienza a formarse entre gente de la propia aldea entre finales de mayo y principios de junio. Las cuadrillas suelen estar compuestas entre 10 o 12 miembros, el mayoral, 6 0 7 trabajadores y cuatro muchachos y como apoyo para todo el grupo una caballería, mula o burro. Era tradición entre los miembros de la cuadrilla que cuando se habían puestos de acuerdo en bajar a Castilla a segar, el domingo antes de partir se reuniesen en la taberna pactando las codicotes del trabajo a destajo, por supuesto, y para cerrar el pacto tomaban el “alboroque”, varios cuartillos de vino y un pedazo de pan. El Mayoral, como responsable de la cuartilla se encargaba de buscar el dinero para el viaje, generalmente a préstamo con intereses, nombraba el asistente de la cuadrilla y se preparaba todo lo necesario para el camino y la faena de la siega. El mayoral era el encargado de cerrar el contrato, bien en los lugares donde se concentraban por San Juan las cuadrillas, Benavente, Villalón, o bien, por la experiencia que tenía en los pueblos que conocía de anteriores siegas, y es que a finales de junio primeros de julio comenzaba en Tierra de Campos la siega, como bien dice el refrán: “Por San Pedro, el trigo castellano, segador quiere con la hoz en la mano”

El contrato suponía una determinada cantidad de dinero por fanega segada y la comida a cuenta del amo de la tierra. Diariamente solían segar un número de fanegas equivalente al número de miembros de la cuadrilla más una por la mula que les acompañaba, entra 11 y 13 fanegas. La faena empezaba de mañana al salir el sol y duraba todo el hasta el anochecer, llegado agosto, cuando el día se acorta, la siega se continua a la luz de la luna.

La cuadrilla a la hora de segar se abre en forma de ala por el sembrado con el mayoral a la cabeza, normalmente en el centro suelen ir los segadores más flojos. Los muchachos son los encargados de atar los haces, mientras que el asistente, que está a las órdenes del mayoral, es el encargado de ir por la comida y el agua, y cuando queda libre de estas ocupaciones, siguiendo las órdenes del mayoral lo mismo siega que atas haces

La herramienta del segador es la hoz de corte, protegiendo los dedos de la mano izquierda con dediles de cuero atados por una correa para evitar las heridas

La cuadrilla suele comer tres veces al día: por la mañaza y la tarde una comida refrescante, como el gazpacho, y a medio día el cocido con tocino, pan y vino. Dormían, las pocas horas que se entregaban al sueño, en el mismo campo.

Al acabar el destajo, normalmente en el pajar del dueño para el que han trabajado, y sentados en el suelo sobre una manta, el mayoral, que había cobraba lo convenido, separando de ello la cantidad que había tomado a préstamo así como el interés y descontando los gastos del mantenimiento de la caballería, el sobrante se repartía a partes iguales entre los miembros de la cuadrillas, los muchachos cobraban la mitad que los segadores. Y así un destajo tras otros hasta que, acabada la temporada de siega, dependiendo de zonas entre mediados y finales de agosto, se vuelven a su tierra de origen, donde al llegar el mayordomo devuelve el dinero tomado a préstamos con los interesas apalabrados.

Desde finales del siglo XVI se constata la incorporación de la mujer a las cuadrillas de segadores que bajan a Castilla, aunque a finales del siglo XVIII se va a excluir a las mujeres en las cuadrillas de segadores, ya que se consideraba inmoral que la mujer anduviese vagabundeo por los caminos en compañía de hombres.

El paso de los segadores por los caminos comenzó a declinar, aunque no desapareció, a partir de 1883 cuando se abre la vía de la Coruña-Madrid. Cuando la siega a mano sea sustituida por las máquinas de segar la migración temporal de gallegos decae, ya que se necesita mucha menos gente para las faenas de la siega que cuando se hacía manualmente, y esta migración desaprecia a mediados del siglo XX cuando se mecaniza la recolección del cereal. Cuando los segadores volvían a su tierra era común decirles “ ¡Pareces un pelengrín!”, “pareces un peregrino”, por la cara de hambre que traían, y es que después de la dura faena de la siega y, la no menos dura caminata, los segadores, como les pasaba a los peregrinos que llegaban a Compostela, lo hacían enfermos, curtido el rostro, casi famélicos, sucios. Goya, a finales del siglo XVIII, en su cartón “la siega” retrata a los segadores que se desplazaban a pie y comían y dormían en los campos donde trabajaban.

El Camino de Santiago, mejor decir los caminos de Santiagos, son mucho más que caminos de peregrinación, y, aunque hoy estén saliendo del olvido, ayudaron a vertebrar desde la época antigua la geografía peninsular, y nos ayudan hoy a comprender no sólo la peregrinación, sino muchos de los flujos migratorios que se han dado en nuestra historia y que tenemos un tanto olvidados.

A través de la red de sendas y caminos que conducen a Compostela, desde Galicia, al comienzo de cada verano y durante siglos, bajaron las cuadrillas de segadores. Unas por el llamado Camino Mozárabe, que desde Orense, pasando La Portilla y La Sanabria, se dirigían bien a tierras de Zamora o lo más común hacia Salamanca, Extremadura y Castilla la Nueva. Estas cuadrillas que desde las tierras centrales de Galicia tomaban el llamado camino Mozárabe, también conocido como camino de Castilla, cuando llegaban a las cercanías de Campo Becerro se encontraban con la ermita de Nuestra Señora del Buen Suceso, en donde los segadores, ante de dejar Galicia, pedían la protección de la Virgen, por lo cual a la vuelta dejaban en pago una moneda.

Otras cuadrillas, desde las comarcas interiores de la Coruña y Lugo, por el Real Camino Francés, atravesando el Cebrero, llegaban a Molinaseca, donde unas por el Manzanal se dirigían hacia la Tierra de Campos leonesa y palentina, y otras por el Foncebadón, Val de San Lorenzo, Bucelo del Páramo, Cerecinos, se distribuían por las comarcas cerealistas de Zamora, Valladolid y Palencia. Cuentan que aquellos que al subir el Foncebadón, antes de entrar en la Maragatería y el Páramo leonés, y para llegar al corazón de Tierra de Campos, se orientaban por la llamada Estrella de Campos, el viejo Castillo de Torremormojón, situado en el punto más elevado de los Montes Torozos que como espolón penetra en la llanura terracampina.

Algunas cuadrillas desde Cerecinoz seguían por Vega de Valdetronco para pasar el Duero por Tordesillas y desde aquí por la Tierra de Medina, y la zona de pinares de Valladolid y Segovia pasar el Guadarrama y llegar hasta las Rozas en Madrid, donde comenzaban la siega del cereal a mediados de junio, emprendiendo así, segando en los distintos lugares, el viaje de retorno hacia sus lugares de origen.

Y ya que hablamos de caminos de peregrinación y de segadores no vamos a dejar de habla de los segadores y su devoción a la Virgen. Y es que hay dos advocaciones mariana ligadas al Camino de Santiago que quisiera mencionar, por la importancia que han tenido en tiempos pasados en la devoción de los fieles, concretamente en los miles de segadores gallegos que bajaban a los campos de Castilla y León a recoger las mieses en verano.