El trabajo preferido de los niños era chamuscar y pelar al cerdo. Con un puñado de cañas secas de centeno, en forma de antorcha, se apretujaban unos a otros buscando con su fuego las cerdas del animal que crepitaban un instante retorciéndose como gusanillos antes de quemarse.
La piel se pelaba rascándolo con una teja y con el cuchillo y los niños quitaban con los dedos las ampollas levantadas del chamusco.
Acabada esta faena, venían las mujeres y con cubos de agua lo lavaban a conciencia. Los niños miraban atentos hasta que de las pezuñas caían los cuatro zapatitos negros y puntiagudos. Los niños esperaban hasta que les dieran un trozo de rabo asado.
La piel se pelaba rascándolo con una teja y con el cuchillo y los niños quitaban con los dedos las ampollas levantadas del chamusco.
Acabada esta faena, venían las mujeres y con cubos de agua lo lavaban a conciencia. Los niños miraban atentos hasta que de las pezuñas caían los cuatro zapatitos negros y puntiagudos. Los niños esperaban hasta que les dieran un trozo de rabo asado.
