Pablo nos muestra su corazón entristecido
porque su
pueblo no ha creído en Jesús.
El profeta Elías siente la presencia de Dios
en el
monte Horeb, no en el terremoto, ni en
la
tormenta, ni en el huracán, sini en la brisa
suave, que sopla como un susurro.
El problema es reconocer a Dios. Podemos
verle y no reconocerle, no creer. Es lo que
les pasó a quienes convivieron con Jesús,
esperaban al Mesías de Dios pero, cuando
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