Venía a ser igual que el hojalatero, pero estañaba. Tapaba agujeros que se habían hecho en cazuelas, odres, candiles... Era mágico ver aquella luz con sonido que pingaba líquido y luego era sólido y no se despegaba con el agua, ni con el fuego. A mi me sorprendía mucho y lo comparaba con el engrudo que hacíamos que también servía momentáneamente para tapar algún agujero pero que no duraba nada.
