De maestro anónimo, realizada en
piedra policromada entre los siglos XIII y XIV.
Esta imagen formaba un grupo con el arcángel
San Gabriel, representando el momento mismo de la Anunciación, que inauguró "los nuevos tiempos". En los restos de filecteria que sostiene se puede leer todavía palabras de diálogo de María con el arcángel. El hecho de la que la
Virgen, la llena de gracia, aparezca embarazada, es consecuencia del naturalismo realista que se introdujo en el
arte a partir del siglo XIII, cuando la figura de María adquirió tanta importancia en la cristiandad de Occidente.
El Hijo de Dios tomó en ella, por obra del Espíritu
Santo, un cuerpo real, no aparente. Dios se hizo verdadero hombre, gracias al "Sí" de la Virgen. Se cumple la promesa divina hecha a Isaías: "He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo". La
iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios. Esta hermosa
escultura de piedra intenta "visualizar" esa fe inconmovible en la encarnación del Verbo, desde su primer instante.