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BONELLA: LA CORTA DE LA LEÑA...

LA CORTA DE LA LEÑA
Lo primero que se hacía, era sacar el permiso gubernativo, que normalmente se lo daban los guardamontes, para la corta de la leña.
En la corta de la leña, su finalidad principal consistía en cortar las ramas con hojas verdes, “fullacos” de los árboles y trampas especialmente “roble”, dejándolos un día al sol “orear” y se guardaban en las “tenada” o pajares, para dárselos a las ovejas y cabras durante el otoño y el invierno, así como para calentar la cocina durante todo el año.
Una vez terminada la recolección de los cereales, que solía ser a finales de agosto, se reunían los vecinos del pueblo, para preparar la corta de la leña “quiñones”, que acordaban en concejo, que solía ser a la salida de la misa del domingo para elegir el lugar más idóneo, y asistían todos los vecinos.
El día elegido iban todos los vecinos, o una persona por cada casa, al lugar destinado para la corta de la leña “fullacos”, comenzando por preparar y señalizar los quiñones.
Esto consistía en colocar a dos personas en un lugar visible, y otras dos personas (marcadores) iban marcando y separando los quiñones, en dirección y línea, lo más recta posible hacía las dos personas que estaban en lugar idóneo para echar los “quiñones” servían de referencia.
El marcaje se realizaba de la forma siguiente, los marcadores daban un corte a una trampa, a media altura y la dejaban doblada “atalaya” por el corte, y cada ocho o diez pasos volvía hacer lo mismo y de esta manera iban mancando hasta llegar al final de la suerte o “quiñón”.
Estas dos personas, “visibles” eran las que seleccionaban la distancia entre “quiñón” y “quiñón” y lo hacía de la forma más ecuánime posible, de manera que las “suertes” o “quiñones” fueran iguales.
Esta operación se repetía sucesivamente, tantas veces como vecinos, hasta terminar el número de “quiñones” o “suertes”, y éstos han de ser como vecinos más algunos, como el maestro o el cura.
La primera trampa y la última “atalaya”, de cada quiñón eran marcadas, con números romanos, siguiendo el orden alfabéticos desde el primero hasta el último.
Una vez terminado de marcar todos los quiñones, se juntaban todos los vecinos que habían ido y escribían en un papel, los nombres de las personas y los números de las <<suertes>>, después los introducían en dos “boinas”, una con los nombres y otra con los números. Una mano inocente, iba sacando de una boina y de la otra, e iban diciendo en alto nombre y número, a tal nombre......., tal número.........
Una vez hecha ésta operación se decía que ya se habían repartido los quiñones y cada uno lo cortaba cuando quisiera.
A continuación se empezaba la tarea de cortar los “quiñones”, pues se solían empezar todos a la vez, ya que terminada la corta de la leña, “fullacos” tenía que empezar otra faena, como el abonar y sembrar las tierras.
Esta consistía en ir cortando las “trampas”, en dos partes por medio de una hoz, para las trampas finas y el machado para las gordas.
La parte delgada o ramas con hojas (fullacos), se apartaba y se hacían montones con seis o siete ramos, y se ataban con unas cebillas hechas de “paja de centeno”.
Instrumentos de corte hoz y machado
La parte gruesa de la trampa, se cortaba a ras de tierra, y se dejaba, tirada en el suelo, o se iban haciendo montones en mitad del quiñón, para después recogerlos.
Se cortaba los ramos “fullacos”, que se podían traer en el carro o carros, en el día. Se iban amontonando los fejes, en un lugar donde pudiera entrar el carro, o se acercaban al hombro, a un sitio propicio al lado de un camino. Si el quiñón estaba en ladera y el camino estaba a la bajera, se amontonaban de manera especial, uno con la rama para un lado y el siguiente al revés, de esta manera estaba equilibrado el peso, luego se ataban con una cadena o soga, bien apretados “rebulla”, y a continuación se echaban a rodar, dando vueltas ladera abajo hasta el camino, o a la bajera del quiñón, donde se pretendía que llegaran.
En la corta del “quiñón” había que ir dejando obligatoriamente trampas sin cortar, “guías”, que por lo general solían ser las más rectas, que quedaban para hacerse robles adultos, así de esta manera quedaba el “quiñón”, con muchas guías, que con los años se convertirían en robles adultos y se usarían para otros menesteres (vigas, tablas, várales, etc.). Si en medio del quiñón había unas “rebollas” (árboles semi adultos), que había quedado de cortas anteriores, de estas solo se podaban las ramas bajeras.
La orden de dejar guías y respetar las rebollas, venía dada por la autoridad gubernativa (guardamontes) y vigilada por el alcalde y los concejales.
Al “quiñón” solían ir casi todos los componentes del grupo familiar, pues llevaban los carros y las parejas de vacas, y las soltaban mientras las personas se dedicaban a cortar, las ramas “fullacos”. Si el “quiñón” era pequeño, o las personas eran muchas, cortaban el “quiñón” entero, lo ataban y lo dejaban todo en “cargue”, aunque no lo pudieran traer todo en el mismo día. De esta manera al día siguiente por la mañana se iba a por los restantes.
Si por haber calculado mal los fejes que podían salir, y no llevar cebillas necesarias para atarlos, se dejaban preparados los fejes por el “quiñón”, hasta que se traían las cebillas para atarlos, de esta manera se echaba menos tiempo, mientras se buscaban.
Una vez amontonados los fejes de “fullacos” al lado del camino o cargue, se cargaba el carro, se ataban con una “soga” para que no se cayeran por el camino y se traía para casa.
En casa se colocaban en fila al sol, de manera que a la hoja le diera bien el sol “orear”, para que no se secara ni se pudriera la hoja durante el invierno. Este oreo solía durar un día entero o día y medio.
Luego y a continuación se guardaban “entenadaban” en las “tenadas” de las cuadras, en las cuadras, o en otros pajares, para dárselos a las ovejas y cabras durante el otoño e invierno.
Al día siguiente se volvía a repetir la corta, y se traían más “fullacos” hasta terminar el quiñón.
Si con los “quiñones” que sorteaban, era poca la hoja que tenían, se cortaban ya en propiedades particulares, trayéndolos de otros lugares, como matas o riberos de tierras que tuvieran matas de robles.
Las matas que había en los riberos de las tierras, estas las solían cortaban y traían cuando iban a abonar las tierras para la sementera.
Si se iban a cortar a las matas particulares, se hacia como en los “quiñones”, se cortaban seguido, pero ahí ya no era obligatorio dejar “guías”, las dejaban porque querían tener robles grandes en la mata, para otras necesidades que pudieran surgir. Normalmente estas matas estaban situadas muy lejos de los pueblos.
También se solían cortar ramas de chopo o negrillo, atándolos con cebillas y que se solían echar a los corderos cuando estos iban creciendo, en su etapa de invierno
Los “tocones” si no se habían amontonado durante la corta de la hoja, después se atropaban y se traían cuando ya se habían terminado las faenas del campo, y se amontonaban en casa “leñero”, para cortarlos o serrarlos según fueran de gruesos.

Sierra antigua que servía para serrar la leña gorda
Desde el otoño si hacía mal tiempo, ya se empezaba a echar “fullacos” a las ovejas y a las cabras. Estos de bajaban de las tenadas o se traídos de otros pajares, y se echaban, por las mañanas y por las noches.
Por la mañana temprano se quitaban, los que habían roído por la noche, y que no les quedaba ya hoja, y se le volvían a poner otros antes de que se fueran el ganado al monte.
Si había nieve y no salía el ganado, se le echaba también a medio día.
Los “fullacos”se colocaban en la corte de las ovejas y las cabras, entre palos largos “talanqueras” y las paredes de la cuadra, sujetas a estas por medio de unas “horquetas”, que permitían introducir los ramos de los “fullacos”.
Los ramos “fullacos” que ya estaban roídos, se sacaban al “leñero”, y se cortaban para atender el fuego – lumbre - que había en la casa, así como los tocones una vez serrados o cortados.
Algunos años y en zonas determinadas, si estaban muy poblados los montes, la autoridad gubernativa (guardamontes), mandaba a los vecinos que limpiaran y cortaran las ramas pequeñas, para que los robledales estuvieran limpios.
Las ramas de las podas y las cortadas, se juntaban en montones (piladas) y se repartían entre los vecinos, de la misma manera que con los quiñones, por “suertes”.
Últimamente, y debido a que ya no hay ganado que alimentar con la hoja de los robles, hay por todos lados robledales y matas de leña, y la de los montes ha crecido mucho y ahora cortan trampas, que son verdaderas rebollas.
Ahora los “quiñones” ya no se cortan con la hoz y el machado, sin con modernas motosierras, que les alivian mucho el trabajo y reducen enormemente la duración de la corta a medio día o como máximo a un día.