MUJERES Y ROSAS
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Rozagantes, alegres, frescas, lozanas,
la mujer y la rosa son dos hermanas:
Flores divinas
impregnadas de aroma, llenas de espinas.
¡Oh mujer! entreabiertos y perfumados,
tus dos labios parecen acariciados
del tibio aliento,
dos pétalos de rosa que arrulla el viento.
¡Oh rosa! de las auras al manso arrullo,
tus pétalos saliendo de entre el capullo,
puros e ilesos,
parecen unos labios que buscan besos.
En las agrias pendientes de nuestra vida,
lo mismo a la bajada que a la subida,
yermo, infecundo,
sin mujeres ni rosas
¿qué fuera el mundo?
Si la gracia ya os asoma, desde la infancia,
son rosas las mujeres por su fragancia;
mas, cual las rosas,
no son las más fragantes las más hermosas.
Rosa y mujer, al rayo del alba pura,
del amor y el rocío cobran frescura;
mas con el frío
el amor para en llanto como el rocío.
Rivales en belleza y en lozanía,
la mujer y la rosa duran un día;
pero su aliento,
aun después de marchito, perfuma el viento.
Mujer: si osado el hombre tu honor ofende,
la virtud es la espina que la defiende;
con ella armada,
serás cuanto más dura, más codiciada.
Ya amarillas, ya blancas ya perfumadas
rosas veras acaso faltas de espinas,
pero ¡ay! paloma,
¡la que no tiene espinas, no tiene aroma!
Emilio Castelar
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Rozagantes, alegres, frescas, lozanas,
la mujer y la rosa son dos hermanas:
Flores divinas
impregnadas de aroma, llenas de espinas.
¡Oh mujer! entreabiertos y perfumados,
tus dos labios parecen acariciados
del tibio aliento,
dos pétalos de rosa que arrulla el viento.
¡Oh rosa! de las auras al manso arrullo,
tus pétalos saliendo de entre el capullo,
puros e ilesos,
parecen unos labios que buscan besos.
En las agrias pendientes de nuestra vida,
lo mismo a la bajada que a la subida,
yermo, infecundo,
sin mujeres ni rosas
¿qué fuera el mundo?
Si la gracia ya os asoma, desde la infancia,
son rosas las mujeres por su fragancia;
mas, cual las rosas,
no son las más fragantes las más hermosas.
Rosa y mujer, al rayo del alba pura,
del amor y el rocío cobran frescura;
mas con el frío
el amor para en llanto como el rocío.
Rivales en belleza y en lozanía,
la mujer y la rosa duran un día;
pero su aliento,
aun después de marchito, perfuma el viento.
Mujer: si osado el hombre tu honor ofende,
la virtud es la espina que la defiende;
con ella armada,
serás cuanto más dura, más codiciada.
Ya amarillas, ya blancas ya perfumadas
rosas veras acaso faltas de espinas,
pero ¡ay! paloma,
¡la que no tiene espinas, no tiene aroma!
Emilio Castelar
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