Continua la 2" parte.
Todos los trabajadores eventuales reunidos alrededor de una larga mesa de tablas toscas y anchas, encima había dos fuentes de tocino frito, tres hogazas de pan segoviano, un queso y tres fuentes de barro con sopas caladas en leche. Ocho mujeres y doce hombres cada uno con su cuchara en la mano cargadas directamente de las mismas fuentes salían.
Yo miraba, contemplaba tímidamente mientras almorzaba con la vista baja, buscando quien podía ser la visitante de la noche. Pero unas eran muy mayores, otras jóvenes pero con apenas pechos, flacas como las anchoas y sin culo como las sardinas. De pronto entró una buena moza que vivía en el caserío con un porrón de vino y aceitunas, que sirvió primero al capataz, ella me miró con ojos de culpable, me hablo fuerte con la voz de su mirada, una sonrisa como si nos conociéramos deslumbró y apartó mis ojos de sus potentes faros. Ésta si podía ser, pues tenía las mismas curvas y medidas que yo toqué, sonrojado la observaba pero algo no coincidía del todo.
¡No me parecía su pelo ni sus pestañas! ¿Quién pudo ser? ¡Si, ella lo sabía y la voz de su mirada la culpaba! ¿Dónde estaba su melena y sus largas pestañas? ¿Qué pudo pasar en el silencio y la oscuridad de la noche?. Es una pregunta, siempre sin respuesta, es un tormento que llevo dentro.
Años después no pude resistir y visité el lugar ya mecanizado con una furgoneta verde recién comprada, era una DKW. F89L. Matrícula AV- 1702. Pero el progreso había acabado con las eras, dos tractores y una gran cosechadora es lo primero que se veía a la entrada del Caserío todo estaba cambiado.
Todos los años a la misma hora que me sucedió, la víspera de Santiago, es como un aniversario, como un sueño, una caricia estremecida suave sin llegar a rozarme recorre todo mi cuerpo como una brisa muy agradable, se posa y queda grabada en mi diario, siempre con la misma duda, la misma pregunta, el mismo peso sin resolver, ¿Quién pudo ser?
Autor Fausto Díaz, Sánchez,” Pañero.”
Todos los trabajadores eventuales reunidos alrededor de una larga mesa de tablas toscas y anchas, encima había dos fuentes de tocino frito, tres hogazas de pan segoviano, un queso y tres fuentes de barro con sopas caladas en leche. Ocho mujeres y doce hombres cada uno con su cuchara en la mano cargadas directamente de las mismas fuentes salían.
Yo miraba, contemplaba tímidamente mientras almorzaba con la vista baja, buscando quien podía ser la visitante de la noche. Pero unas eran muy mayores, otras jóvenes pero con apenas pechos, flacas como las anchoas y sin culo como las sardinas. De pronto entró una buena moza que vivía en el caserío con un porrón de vino y aceitunas, que sirvió primero al capataz, ella me miró con ojos de culpable, me hablo fuerte con la voz de su mirada, una sonrisa como si nos conociéramos deslumbró y apartó mis ojos de sus potentes faros. Ésta si podía ser, pues tenía las mismas curvas y medidas que yo toqué, sonrojado la observaba pero algo no coincidía del todo.
¡No me parecía su pelo ni sus pestañas! ¿Quién pudo ser? ¡Si, ella lo sabía y la voz de su mirada la culpaba! ¿Dónde estaba su melena y sus largas pestañas? ¿Qué pudo pasar en el silencio y la oscuridad de la noche?. Es una pregunta, siempre sin respuesta, es un tormento que llevo dentro.
Años después no pude resistir y visité el lugar ya mecanizado con una furgoneta verde recién comprada, era una DKW. F89L. Matrícula AV- 1702. Pero el progreso había acabado con las eras, dos tractores y una gran cosechadora es lo primero que se veía a la entrada del Caserío todo estaba cambiado.
Todos los años a la misma hora que me sucedió, la víspera de Santiago, es como un aniversario, como un sueño, una caricia estremecida suave sin llegar a rozarme recorre todo mi cuerpo como una brisa muy agradable, se posa y queda grabada en mi diario, siempre con la misma duda, la misma pregunta, el mismo peso sin resolver, ¿Quién pudo ser?
Autor Fausto Díaz, Sánchez,” Pañero.”
